Lo simbólico puro
nos lleva a lo sagrado. De la mano de lo simbólico puro avanzamos por la senda que conduce hacia lo sagrado. Lo más importante en el arte (poesía, prosa, dibujo y pintura, en mi caso) está más allá de la razón. Pero un peligro acecha al artista: lo infra-racional. De lo supra-racional a lo infra-racional puede mediar sólo un mal paso. Y de esta forma puede suceder, sucede, que grandes artistas, sumidos en la vorágine caótica de lo simbólico, y por no ser filósofos a la par que artistas, se mueven simultáneamente, como ebrios, entre la más pura sacralización y la más abyecta profanación.
nos lleva a lo sagrado. De la mano de lo simbólico puro avanzamos por la senda que conduce hacia lo sagrado. Lo más importante en el arte (poesía, prosa, dibujo y pintura, en mi caso) está más allá de la razón. Pero un peligro acecha al artista: lo infra-racional. De lo supra-racional a lo infra-racional puede mediar sólo un mal paso. Y de esta forma puede suceder, sucede, que grandes artistas, sumidos en la vorágine caótica de lo simbólico, y por no ser filósofos a la par que artistas, se mueven simultáneamente, como ebrios, entre la más pura sacralización y la más abyecta profanación.