METAFÍSICA

Por Pedro Fernández Cuesta


Pedro Fernández Cuesta

 
METAFÍSICA

PRIMERA PARTE
    
    1. El ser.
    El ser (ente) es la totalidad.
    El ser –ente– es lo que es; la totalidad de lo que es: lo físico y lo suprafísico.
    Cada una de las partes de la totalidad es un ser.
    Sólo hay una totalidad, en la que todo se relaciona, en mayor o menor medida, con todo.
    La totalidad contiene límites cambiantes.
    El universo (totalidad) contiene límites cambiantes.
    La naturaleza de los límites o no límites de la totalidad única es humanamente incomprensible.
    El ser (la totalidad y cada una de las partes de la totalidad) está más o menos alejado de el bien exento de todo mal.
    El ser: presente y futuro exento de todo mal.
    El pasado y el futuro ideales son reales (seres en sí) aunque en un nivel de realidad distinto al del presente.
    Los seres en sí exentos de todo mal ideales son reales.
    Los seres en sí exentos de todo mal ideales son ideales reales.
    No hay final para el tiempo del ser. Sin final podrá existir, existir exento de mal.
    El ser no puede autoaniquilarse.
    El ser exento de mal no podría ni querría autoaniquilarse.
    El origen del ser es un misterio, un arcano.
    El ser humano ha de aceptar lo secreto.
    Aceptar lo secreto (arcanum) no significa renunciar a la verdad.
    La aceptación del misterio clarifica la verdad.
    Movimiento es cambio.
    No hay movimiento sin ser (no hay tiempo sin espacio), pero sería teóricamente posible un ser sin movimiento, un espacio sin tiempo.
    ¿Y sin consciencia de sí? Es impensable un ser estático con consciencia de sí. La autoconsciencia (consciencia de sí) requiere, tal como entendemos los seres humanos, espacio y tiempo: ser y movimiento. ¿Cómo sería posible un pensamiento estático autoconsciente, un pensamiento estático autoconsciente exento de mal?
    ¿Cómo sería posible un pensamiento autoconsciente meramente espacial, un pensamiento autoconsciente meramente espacial exento de mal?
    Un ser estático, aun sin tener consciencia de sí, refleja una consciencia de sí. Refleja movimiento (como la lava del volcán, ya fría y sólida, evoca movimiento).
    Un ser con consciencia de sí (más o menos alejado de el bien exento de mal) no es una construcción perfecta exenta de mal. Un ser sin consciencia de sí puede superarle en perfección.
    La autoconsciencia (consciencia de sí) es la capacidad de un ser para sentirse o pensarse a sí mismo.
    La reflexión del ser sobre sí para adquirir conocimiento de sí es sólo un grado, un nivel de la autoconsciencia.
    Los seres inanimados tienen consciencia, que es autoconsciencia reflejada.
    Lo animado se deja ver en lo inanimado.
    El ser humano construye seres y construye su ser en busca del bien, del utópico bien exento de mal.
    Mientras estén más o menos alejadas de el bien exento de mal todas nuestras construcciones serán tareas inacabadas, pues no nos conformamos con seres construidos, sino que buscamos seres construidos exentos de mal.
    Un ser construido es una homogeneidad heterogénea que busca la utópica  homogeneidad heterogénea exenta de mal.
    Pero, al pasar de ser a ser exento de mal, ¿pasará (el ser) de homogeneidad heterogénea a homogeneidad heterogénea exenta de mal?; ¿no pasará, más bien, a homogeneidad exenta de mal (absoluta unidad exenta de mal)?
    Si no a homogeneidad heterogénea exenta de mal, el utópico ser exento de mal (universo exento de mal) sí sería, entonces, el resultado de la transformación de lo homogéneo heterogéneo en homogéneo exento de mal, por lo que contendría la homogeneidad exenta de mal, en alguna forma exenta de mal, una homogeneidad heterogénea exenta de mal: todo y partes exentos de mal: construcción exenta de mal.
    Las preguntas acerca del ser (total o parcial), del utópico ser (total o parcial) exento de mal surgen en mentes (de seres partes del ser) con consciencia de sí (autoconsciencia: capacidad de un ser para sentirse o pensarse a sí mismo).
    Surgen las preguntas con mayor o menor intensidad, haciendo uso de la razón clara u oscura. La mayor o menor intensidad no depende de uno u otro tipo de razón.
    (La razón clara quiere dar explicación de cada concepto que utiliza. La razón oscura no.)
    Un ser sin consciencia de sí puede reflejar (pues puede reflejar consciencia de sí de otro) preguntas (claras u oscuras, con mayor o menor intensidad) acerca del ser, acerca del utópico ser exento de mal.
    ¿Existe, en alguna forma, una mente colectiva de la totalidad del ser con consciencia de sí (suma de todas las mentes partes autocons- cientes)?
    Si existe, esa mente es la mente del ser como totalidad.
    La mente del ser humano (muchas de las partes del ser humano no tienen consciencia de sí, como los huesos) no es la única mente particular autoconsciente. Están los seres animados no humanos de la Tierra (los llamados, mal llamados, irracionales). Y está la posibilidad de que posean una autoconsciencia, incognoscible para nosotros, seres que entendemos como inanimados. O la posibilidad de seres extraterrestres autoconscientes. O de autoconscientes seres no humanos desconocidos u oscuramente conocidos.
    El ser es racional: O razona o refleja razón.
    El ser es racional, pero no es racional exento de mal.
    El ser es razón más o menos alejada de el bien exento de mal.
    El ser (como totalidad y partes de la totalidad) es pensamiento (consciente de sí o reflejado).
    El misterioso origen del ser fue racional.
    Pero, ¿se puede hablar del origen del ser?
    ¿No será más bien esencial, connatural al ser, su existencia?, ¿no será la eternidad (duración sin principio ni fin) connatural al ser?
    El ser aparente (la apariencia) es un tipo de ser que refleja, en alguna forma, el ser a que se refiere.
    El devenir es una cualidad del ser, es esencial en el presente y quizá siempre en el futuro. En el futuro quizá será siempre el ser exento de mal en devenir.
    El deber ser es un tipo de ser, un proyecto conceptual que construye la consciencia de sí.
    La posibilidad de ser es un ser, una construcción que permite crear otra construcción.
    El concepto ser tiene un significado existencial: decir un ser es es decir un ser existe. Decir ser es decir existir. Decir existir es decir ser.
    El ser imaginario, el ser ficticio, existe (en la imaginación, en la ficción).
    El concepto ser tiene un significado de unión de una cosa con otra: x es x; es el ser como cópula, como ligamento.
    El concepto de ser como cópula tiene un significado existencial. El niño es (ejemplo) es, en el sentido existencial de ser, una frase completa, que podemos traducir por el niño existe. Si interpretamos, en la frase, el concepto ser con el significado de cópula, entonces la frase se muestra incompleta: El niño es..., y preguntamos ¿qué es? La respuesta puede ser, por ejemplo, el niño es bueno; que puede traducirse como el niño existe perteneciendo al conjunto de los seres (de los existentes) buenos. Después (siguiendo con el ejemplo) podemos preguntar cosas más generales sobre el niño, y saber que es humano, o, en un sentido aún más general, que es un ser. El niño es un ser puede traducirse como el niño es perteneciendo al conjunto de los seres o, dicho de otra forma, el niño existe perteneciendo al conjunto de los existentes, es decir, el niño es en el ser, o, dicho de otra forma, el niño existe en el existir, que puede traducirse como el niño es entre todo lo que es, o, dicho de otra forma, el niño existe entre todo lo que existe.
    El ser, que siempre es ser en sí (ser real) designa todas las realidades.
    El ser en sí es la totalidad.
    Cada una de las partes de la totalidad es un ser en sí.
    Decir ser en sí es decir la totalidad y cada una de las partes de la totalidad.
    Los seres en sí cambian, se transforman.
    El ser (como todo y partes) nunca está fuera de sí. Todo ser está en su ser (más o menos duradero, siempre cambiante).
    Cuando hablamos de un ser fuera de sí, hablamos de un ser que ha cambiado en gran medida, transformándose en un ser distinto a su ser constante (cambiante en menor medida).
    El ser está en transformación.
    Lo que ocurre en el ser (la totalidad y cada una de las partes de la totalidad) es más o menos accidental, más o menos necesario para sí exento de mal.
    El ser es un ser para sí exento de mal.
    El ser que se mueve hacia el ser exento de mal se mueve hacia sí exento de mal: construcción perfecta exenta de mal.

    2. El ser (ente) es la totalidad.
    Digo el ser (ente) como podría decir el ser = ente.
    Cualquier cosa, de cualquier tipo de realidad, de existencia, es un ente.
    Cualquier cosa, de cualquier tipo de realidad, de existencia, es un ser.
    Ser es a ente como existir es a existente.
    Mas ser es, además de verbo, nombre.
    (Ya hablé, en el anterior apartado, del carácter existencial del concepto ser en tanto que verbo copulativo.)
    Ente es nombre.
    Existir es verbo.
    Existente es adjetivo.
    Un verbo-nombre es a un nombre como un verbo es a un adjetivo.
    Los cuatro conceptos se refieren a lo mismo: alguien o algo con una realidad de cualquier índole, de cualquier naturaleza.
    Cualquier ser (cualquier ente) existe.
    Cualquier existente es un ser.
    Ejemplo: Si nos referimos a dos existencias, la de Cervantes y la de Don Quijote, estamos hablando de dos existencias de distinta naturaleza. 
    De distinta naturaleza, o sea, diferentes; sin que haya necesidad de establecer una valoración de superioridad o inferioridad entre ambos tipos de existencia.
    Todo lo dicho se refiere a la primera parte de la frase que encabeza este apartado.
    La segunda parte de dicha frase dice: es la totalidad.
    La totalidad es el conjunto de las partes que constituyen el todo.
    Hablo del todo único.
    No hablo de la totalidad de una parte: todos los cromos de un álbum, por ejemplo.
    Hablo del todo único.
    Y cuando, pensando en ese todo único, digo todo, de forma implícita estoy hablando de las partes que conforman dicho todo.
    Y, en la frase que encabeza este apartado a modo de título —El ser (ente) es la totalidad— estoy diciendo que el ser (ente) es el todo único o, simplemente, que el ser es el todo único. 
    Sabiendo ya de qué estamos hablando, basta con decir que el ser es el todo.
    O, más esquemáticamente, que ser = todo o «todo = ser».
    Hablar del todo así entendido es hablar de algo inaprensible.
    Ante tan sublime concepto toda argumentación parece vana, pues somos conscientes de que sobrepasa las capacidades intelectivas del ser humano. 
    Pero no cejamos en nuestro utópico empeño: el de miniaturizar el todo.
    En el empeño de querer asir lo invisible.
    Invisible y lejano.
    ¿Dónde queda el límite último del todo?
    (La metafísica necesita de la poesía).
    Y este límite, ¿de qué naturaleza es? Nuestra infantil razón humana apunta a una naturaleza suprafísica. 
    Es mi creencia.
    Mi hipótesis intuitiva.
    Lo bueno de lo suprafísico es que en ello todo es posible: lo limitado y lo ilimitado pueden convivir sin problemas, por ejemplo.
    Y, sin embargo, nosotros somos parte de ese todo invisible, inaprensible. Luego el todo no tiene por qué tener una naturaleza tan distinta de la mía. Y quizá no la tenga. Quizá podamos comprender el todo cuando nos comprendamos en profundidad a nosotros mismos. 
    Cuando descubramos lo absoluto invisible que habita en nosotros.
    Y es curioso que, cuando pienso en las regiones más distantes del todo, lo hago con nostalgia: como si ya hubiera estado allí.
    En cualquier caso, me aferro a mi convicción intuitiva: la realidad suprafísica de la región más lejana del todo (donde lo finito y lo infinito se hermanan) y la finitud de la región del todo que responde a las leyes de la física.
    Intuitivamente, en determinados momentos, he sentido cómo esa región lejana venía a mí. 
    Tal vez de ahí la nostalgia: del recuerdo de esos momentos.
    Por ejemplo en mi infancia: Dibujaba la primera aventura de los centrines. Los centrines eran unos personajes de forma circular, inspirados en el centro (círculo central) de una diana de dardos. La sensación que sentí entonces, cuando dibujaba las primeras páginas de aquella historieta infantil, fue de una intensidad indescriptible, absolutamente maravillosa.
    Una diana: En torno al centro (que es el hombre: el centrín), varios círculos concéntricos dividen en partes el todo del círculo. 
    Un todo dividido en partes, con el hombre en el centro (desde nuestro punto de vista somos el centro).
    Un buen símbolo, esta circunferencia-círculo, de la unión, del hermanamiento de lo finito (forma limitada) con lo infinito (eterno movimiento circunferencial ).
    Y ved como mi yo infantil me inspira para la redacción de esta metafísica.
    «Dejad a los niños y no les impidáis acercarse a mí, porque de los tales es el reino de los cielos», dijo el más profundo de los filósofos.
    Y Paul Klee, uno de los más profundos pintores, vino a decir lo mismo.

    3. Metafísica en claroscuro.
    El miniaturizador* que reconoce sus miniaturas como tales ha aceptado los límites de la razón clara (la razón de los llamados racionalistas: clásicos o modernos).
    Pero, al aceptar esta limitación, el miniaturizador se vuelve hacia la poesía, esa razón intuitiva, oscura. Puertas cerradas a cal y canto (aquellas que la razón clara no pudo abrir) se abren ahora, luminosa- mente, por la virtud de esta razón poética (oscura). Luminosamente: pero es una luz, esta que la obscuridad poética nos ofrece, que no puede ser explicada ni con palabras vulgares ni con la jerga de los científicos al uso.
    La razón poética es obscura para el vulgo y para la aristocracia de la ciencia al uso (los filósofos llamados racionalistas, por ejemplo), pero es clara para el poeta libre (el poeta puro): ya no insecto (con ínfulas de sobrehombre) atrapado en la telaraña de la vulgaridad oscura o en la telaraña de la cientificidad clara.
    El miniaturizador, superado el dualismo (más allá de las dos razones: clara y obscura), miniaturiza ahora en claroscuro.
    Es lo que trato de hacer: filosofar en claroscuro.
    Es lo que trato de hacer: una metafísica en claroscuro.
    Siempre en claroscuro: pues la sola razón oscura lleva a la sinrazón.
    Siempre en claroscuro: pues la sola razón clara lleva a la sinrazón.
    [*El concepto filosófico de miniatura procede de Johann Wolfgang von Goethe; luego Walter Benjamin lo haría suyo. Nicolás de Cusa veía al mundo (teofanía) como una contracción, o sea, algo así como una miniatura hecha por Dios a su imagen y semejanza.]

    4. El ser (ente) es lo que es.
    Y lo que es no es sino una realidad en constante transformación. Consciente o inconscientemente, esta realidad se mueve hacia el bien, hacia el bien exento de mal como meta definitiva, final. El bien exento de mal podemos imaginarlo como una no historia, como el fin de una historia precaria.
    Pero en este movimiento hacia el fin de una historia precaria se producen  anomalías que invierten el camino, que degradan al ser.
    Esta involución, en los seres autoconscientes, se produce por una búsqueda equivocada del bien.
    Cuando digo el ser es lo que es quiero decir que el ser es lo que existe, ya que no diferencio entre ser y existir.
    La meta utópica: el ser (totalidad) exento de mal llegará (utopía posible). Entonces solo existirá el amor exento de mal, un amor exento de mal que la mente humana no puede imaginar sino vislumbrándolo intuitivamente, poéticamente.
    En la evolución del ser hacia el ser exento de mal el amor es el camino correcto.
    Jesucristo mostró ese camino.
    «Danos amor, Señor, allá en la altura
    del inmortal Paraíso»,
    escribió Christina Rossetti.
    Antonio Machín cantó (se preguntó): «¿Por qué si te tengo en mis brazos miras al cielo?»
    «All you need is love», cantaron The Beatles.
    Pero bajemos el volumen del tocadiscos (ya el libro, que casi al azar tomé de la estantería, en ella reposa). 
    Y continuemos.
    Decir: no diferencio entre ser y existir ni entre ente y existente y los cuatro conceptos se refieren a lo mismo no impide:
    Un Ser (nombre propio) eterno, creador de todos los seres.
    Tampoco impide: 
    Un enemigo del Ser (nombre propio) que también ha recibido nombres propios. Él lucha por la destrucción, por el triunfo del no-ser. Él, el enemigo del Bien (nombre propio) y de todo bien, es el Mal (nombre propio). El Mal es un ser que lucha contra el ser. 
    Los acólitos del Mal creen luchar por su propio bien, o por el bien de otros, o incluso por el bien de la humanidad, pero en realidad luchan por la destrucción, por la aniquilación.
    Pero con la ayuda del Bien = Ser (nombre propio) el bien prevalecerá, transmutándose, al final del camino, en bien exento de mal.
    Un seguidor del bien es un ser.
    Un seguidor del mal es un ser.
    El Ser es un superser (un ser suprafísico).
    El Ser es un superente (un ente suprafísico)
    El Ser es un superexistir (un existir suprafísico).
    El Ser es un superexistente (un existente suprafísico).
    Es decir, el ser no es un concepto unívoco, pero tampoco equívoco u ambiguo, sino análogo [como diría Aristóteles (sí, Pierre Aubenque, lo diría)].  

    5. El ser es la totalidad de lo que es: lo físico y lo suprafísico.
    El universo físico es todo lo que podemos captar con nuestros sentidos humanos (todo: incluidas las partes de este universo físico que ningún humano ha captado por estar dichas partes, hoy por hoy, fuera del alcance de nuestros sentidos).
    El ser humano forma parte de ese universo físico.
    El universo físico responde a unas leyes: las leyes físicas. Estas leyes físicas existen con independencia de que el ser humano las descubra o no. 
    El universo físico todo es aquella zona del ser-totalidad que responde a las leyes físicas.
    Es decir, el universo físico es una parte (con características unitarias propias) del universo todo como totalidad del ser.
    Más allá del universo físico está el universo suprafísico. Este universo suprafísico es, hoy por hoy, hipótesis necesaria para el metafísico coherente.
    La hipótesis necesaria, caso de no ser la verdad, muy probablemente apunta a ella, se aproxima a ella.
    O al menos (triste es reconocerlo) apunta, se aproxima, a la única coherencia a que puede aspirar un metafísico humano. Hablo, claro está, de la metafísica razón clara (la presente Metafísica trata de ser eso: una metafísica a la luz de la razón clara, explicativa, siguiendo la senda de los viejos y cada vez más jóvenes filósofos). En cualquier caso, el juego de la metafísica merece la pena, pues si el metafísico no da con la verdad, puede al menos dar con una mentira menos gorda (valga la coloquial expresión).
    Necesidad de lo suprafísico: En el universo físico no es posible la infinitud espacial. El universo físico es espacialmente finito. Tiene una frontera. Necesaria es la hipótesis de una realidad suprafísica, que no responda a nuestras leyes, más allá de esa frontera.
    Dios Creador, que es para el metafísico coherente condición sine qua non, es una realidad suprafísica. Pero si el metafísico que aspira a la coherencia no quiere aceptar a Dios como realidad, tendrá al menos que aceptarlo como hipótesis necesaria.
    Mas Dios Creador no es una hipótesis, sino una realidad. Por el ejercicio de la razón me consta.
    [Los filósofos ateos (y no digamos los antiteos) o se han desentendido de la metafísica (a veces denostándola) o han edificado construcciones sin cimientos sólidos, metafísicas incoherentes.]
    Una realidad suprafísica puede no necesitar un principio; puede estar ahí de siempre: eternidad e infinitud pueden ser posibles en una realidad que no responda a nuestras leyes físicas.
    Pero el universo físico necesita de un principio, y por tanto de un lugar previo a su nacimiento; y de un creador: Dios Creador. 
    Ahora sabemos que el universo físico no es eterno ni infinito, por eso ya no basta la hipótesis de Dios primer motor inmóvil; ahora necesitamos de Dios Creador.  

    6. Cada una de las partes de la totalidad es un ser.
    Lo más cercano y lo más lejano; lo que percibimos y lo que no percibimos pero que está (en algún lugar: porque es), lo que amamos y lo que no amamos...
    Todo lo que existe en la inmensidad física: el universo todo del que hablan los astrólogos, los físicos...
    Pero también todo lo que existe más allá del universo físico: existencia que aceptamos como hipótesis metafísica necesaria.
    Todo.
    Cualquier realidad (todo es real) es un ser.
    [Todo es real: pero hay distintas realidades; una realidad natural y una realidad artificial, por ejemplo; seres naturales y seres de ficción, por ejemplo.]
    ¿Y el espacio?
    El espacio es el ser (al menos el ser físico). 
    No es el ser en el espacio, sino que el ser es espacio
    Los seres físicos son espaciales.
    ¿Y el tiempo?
    El tiempo es el movimiento del ser.
    Pero, ¿y el vacío?
    Lo que llamamos vacío, y que se manifiesta como un espacio vacío tiene una entidad.
    Lo que llamamos espacio vacío tiene dimensión. La dimensión es una realidad, un ser.
    «Aquello que no tiene forma pero acoge todas las formas», dijo Platón (lo llamó tercera especie en el Timeo).
    Y Aristóteles, en su Física, dijo: «El topos (es decir, el espacio-lugar) parece algo importante y difícil de captar»
    «Difícil de captar», dijo Aristóteles.
    «Especie difícil y oscura», dijo Platón.
    Sí, el espacio vacío es difícil y oscuro, difícil de captar, pero es.
    Y aun más: quizá lo que hoy se capta como vacío mañana no sea entendido como tal.
    Tenemos que tener el suficiente sentido de la realidad para aceptar que, en el futuro, nuestra ciencia podrá ser (en parte) superada.
    Científicos o metafísicos, no caigamos en la vanagloria de siempre. No queramos tener la última palabra porque sí, solo porque es muestra palabra, la palabra de ahora.
    [A veces también se avanza (superando errores) mirando al pasado, retomando con visión nueva ideas que creíanse ya (por muchos) sin valor, e incluso rescatando ideas perdidas, olvidadas]

    7. Solo hay una totalidad.
    Si hubiera una pluralidad de universos (como plantean ciertos físicos) cada uno de estos universos sería una parte del universo único: la totalidad única.
    Esta totalidad única comprendería lo físico y lo suprafísico.
    Esta parte suprafísica de la totalidad no hay que entenderla como un capricho de metafísico nostálgico, como aceptación gratuita y sin pruebas de una realidad fantástica, como una incursión en el terreno de la irracionalidad.
    La existencia de lo suprafísico en una parte del universo-todo es, no me importa pecar de reiterativo, suposición necesaria para comprender por la razón explicativa (clara) nuestro universo físico; suposición (hipótesis) necesaria para que nuestro universo físico pueda estar ubicado en un lugar, para oscuramente comprender cómo un universo físico, el nuestro, que es limitado (esto es evidente para nuestra razón) puede serlo.
    Necesitamos racionalmente el límite de nuestro universo físico como todo, porque todas sus partes, espacialmente, tienen límites.
    Un ser físico limitado (nuestro universo físico) tiene que tener una ubicación, tiene que estar en un lugar, y este lugar, más allá de nuestra comprensión, oscuro para nuestra razón, ha de ser ilimitado, pero en un sentido inimaginable para la razón humana.
    Porque el más allá del límite de lo físico no puede ser la nada. Un ser físico, nuestro universo, no puede estar situado en la nada, porque la nada es no-ser, y el universo físico, un ser, necesita estar acogido en otro ser.
    Por otra parte, la necesidad de un principio en el tiempo nos habla de la existencia de un lugar previo, y también la necesidad de un creador por supuesto inteligente. ¿Cómo no habría de serlo para crear un universo?
    Y, como la esencia de nuestro universo es la tendencia al bien, es deducible de esto la esencia buena del creador, al que llamamos, con propiedad conceptual, Dios.
    ¿Esencia del universo el bien?, ¿no parece esta afirmación un despropósito?; ¿acaso no lees los periódicos, los libros de historia?, me podrán preguntar. Y, ¿a qué bien tienden los astros, las galaxias?, ¿qué saben los astros, las galaxias, del bien y del mal?
    Pues bien, digámoslo de otra forma: el universo físico es una construcción enferma en proceso. El estado del universo es precario, pero claro es constatar en esa precariedad una fuerza hacia la perfección, una fuerza que lucha contra la precariedad, un mecanismo que trata de mejorarse a si mismo; que lo hace, y así el bien se acrecienta. El ser humano es un intento de la naturaleza de buscar un bien mayor ¿Un intento fallido? Solo en parte. La humanidad da seres que hacen buenos a los llamados animales irracionales, pero también da seres cuya bondad nos emociona.
    Los seres humanos destructivos también buscan el bien, su bien personal (o también el de aquellos que considera los suyos), pero su búsqueda torcida del bien a impulsos de su alma emponzoñada da lugar al mal, a la destrucción.
    Aquí en la tierra, el mejor de los caminos nos lo ha mostrado Jesucristo. Las desviaciones del mensaje de Cristo por muchos que dicen seguirle en nada empequeñecen este mensaje sublime, que sigue ahí, siempre nuevo, siempre insuperado. Por eso Jesucristo es el mayor de los filósofos.
    En algún lugar de la parte suprafísica de la totalidad se encuentra nuestro universo físico, y en un lugar de esa inmensidad física se halla nuestro planeta. En un lugar de este planeta nació Jesucristo, cuyo ser es tan inmenso que parece sobrepasar la inmensidad del universo físico, ubicándose en ese lugar (para nosotros incomprensible) del universo todo; en ese lugar que llamamos suprafísico.
    Dios es un ser suprafísico.
    A Dios podemos llamarle, como hace Aristóteles, causa primera.
    También de él podemos decir, como Platón dice de la primera especie (Timeo), que «nunca ha nacido, pero siempre existe».
    Esto no significa aceptar, en toda su extensión, el concepto de Dios de estos dos grandes filósofos.
    Dios creó el universo físico, pero no es el universo físico; este universo físico que es una totalidad pero no la totalidad; este universo físico ubicado en algún lugar del universo-totalidad. Universo-totalidad que comprende lo físico y lo suprafísico.
    También de esta parte suprafísica del universo-totalidad cabría decir, como de Dios y con palabras de Platón: «nunca  ha nacido, pero siempre existe».
    El todo físico surgió del Uno, y el Uno es Dios.
    El Uno es el Ser Esencial; está (en una u otra forma) en el todo absoluto (físico y suprafísico), pero no es el todo absoluto, aunque el todo absoluto pueda entenderse como su emanación.
    El Uno (Dios) es el Padre. Existió aquí en la tierra un hombre que dijo venir del Padre. Muchos creyeron en él. La sola metafísica, la metafísica pura, puede alejarnos de él; pero yo comprendí que la metafísica pura, si no va emparejada a la intuición, a la poesía, es letra muerta (en la filosofía de Platón y Aristóteles, letra viva, hay poesía). La razón clara puede oscurecer la razón. La razón oscura (intuitiva) puede dar luz. Y viceversa. La filosofía en claroscuro abre todos los caminos. La metafísica en claroscuro me ha acercado más a Cristo. Estuviste aquí en la tierra y dijiste ser el Hijo de Dios. Te creo.
    Por tu inmensa bondad, poéticamente te creo.
    El Bien es el Uno.
    Si el Bien pudiera evitar el sufrimiento del ser lo haría. Lo hará.

    8. Todo se relaciona, en mayor o menor medida, con todo.
    Es decir, todos los seres-partes del universo-todo podrían estar relacionados, en mayor o menor medida, entre sí. 
    Los seres físicos estamos relacionados, en mayor o menor medida, con el resto de seres del universo físico, pero también podríamos estar relacionados, en mayor o menor medida, con los seres del universo suprafísico.
    El paso del universo físico al universo suprafísico (aquel que no responde a nuestras leyes físicas) no tiene por qué ser brusco. 
    El pasar de nuestras leyes físicas a otras leyes (impensables para nosotros) puede ser un paso gradual; las leyes pueden ir mutando en lenta gradación, de zona en zona, como en un esfumado. 
    Gradualmente, y casi imperceptiblemente, las leyes de nuestra física pueden ir mutando en otras, sin perder nunca, empero, parte de su naturaleza primigenia. 
    Esta no-pérdida total (de las características físicas primigenias) en las sucesivas mutaciones graduales, permitiría la posibilidad de influencia (muy difícil por la diferencia de naturaleza) de seres no-físicos en seres físicos; permitiría la comunicación, al menos teórica, aunque difícil, entre las zonas. Comunicación difícil agravada en sumo grado por la inmensidad de las distancias. 
    Tengamos en cuenta lo ya difícil (quizá hoy por hoy imposible) que resulta, en nuestro universo físico, la comunicación de seres de naturaleza quizá casi idéntica: piénsese en los posibles seres extraterrestres inteligentes de planetas lejanos, con los que quizá nunca (lo más probable) podamos contactar por las inmensas distancias (hoy insalvables) que nos separan.
    Todo está relacionado, en mayor o menor medida, con todo: el bien participa del mal y el mal participa del bien (en mayor o menor medida según los seres), por ejemplo.
    Hasta el más bueno de los seres pensantes que podamos imaginar participaría (mientras el mal no haya sido erradicado del universo-todo) del mal: al sufrir por los estragos que causa el mal, el mal estaría en él. 
    Aunque no puede decirse de un ser bueno así (en grado sumo) que sea él mismo malo, que sea moralmente malo, sí puede decirse que está afectado por el mal.
    Todo está relacionado, en mayor o menor medida, con todo; un entramado de fuerzas, de atracción-repulsión (amor-odio), mantiene en precaria unión a la inmensidad de los seres: seres en pugna mientras el universo-todo no sea una construcción exenta de todo mal. 
    Sabemos que la fuerza universal hacia el bien existe, pero quizá nuestro universo físico muera (es decir, se transforme en otra cosa: tal vez en algo más que en ruinas, que en restos) antes de que el mal sea erradicado de él. Cabe esa posibilidad, cierto. Pero nuestro universo físico no es el universo-todo, sino un inmenso compendio de seres en la inmensidad del universo-todo. Desaparecido muestro universo (transmutado quizá en algo más que en ruinas, que en restos) el camino hacia el bien exento de todo mal (utopía posible) continuaría. Y, alcanzada la utopía, instaurada la felicidad absoluta (la felicidad exenta de todo mal) es posible que estemos nosotros allí, en otro estado y en otro ámbito, para verlo.

    9. La totalidad contiene, tiene límites cambiantes.
    Tengo la convicción intuitiva de que lo que llaman vacío no es tal. 
    Es un éter tan sutil que la ciencia actual no puede captar. 
    [¿Os extrañáis de que la ciencia actual no pueda captar ciertas realidades? ¡Al fin y al cabo solo estamos en el siglo XXI !]
    Seres más compactos se mueven en este éter.
    Cuando un astro se mueve en el aparente vacío, desplaza esta acumulación, este éter, y los límites del universo físico fluctúan.
    El éter es un ser.
    El éter podemos entenderlo como un ser, pero también como una acumulación de seres.
    El éter es como un aire muy, muy sutil; tan sutil que se nos muestra, engañosamente, como un no ser.
    Nuestro universo físico (totalidad relativa) tiene una frontera cambiante, fluctuante. De la no frontera del universo como totalidad absoluta nada se puede explicar.
   Dentro del universo-todo (físico y no físico) pueden existir muchos, muchísimos universos, miríadas de universos (cada uno con sus propias leyes) con fronteras, con límites cambiantes.
    Un árbol, un hombre, una estrella... (seres del universo físico ubicado en el universo-todo) también tienen fronteras, límites cambiantes.

    10. El universo (totalidad) contiene límites cambiantes. 
    El universo-totalidad, pues, contiene límites, pero él parece ser (dicho con nuestras palabras humanas) ilimitado.
    A este ser ilimitado podemos denominarlo espíritu.
    El lugar suprafísico del universo-todo es el lugar espiritual del universo-todo.
    El lugar físico del universo-todo es el lugar material del universo todo.
    Los límites entre el lugar espiritual y el lugar material no son rígidos, sino cambiantes, fluctuantes.
    El universo físico (que en cierto sentido es todo, pero que es parte) no es material, sino formal. Pero esta geometría está afectada por una fuerza limitativa, que impide su realización plena, su ser ella misma, en plenitud. Esta fuerza limitativa invisible (negativa), que se capta solo por sus efectos, es la materia.
    Los seres físicos, seres formales afectados por la fuerza limitativa de la materia, participan del espíritu.
    Los límites que impone la materia no son los límites visibles de la geometría, que son una voluntad hacia el bien. Los límites que impone la materia, invisibles, son obstáculos, trabas, puertas cerradas, muros que se interponen en el camino hacia el bien.
    La forma no necesita de la materia, pues la materia no es sino una afección de la forma. Sin materia la geometría no mengua, sino que alcanza su plenitud. La geometría sin mal devendrá geometría pura, geometría espiritual pura. Es posible la geometría en el reino del espíritu puro. Puro: en el sentido de exento de todo mal.
    El universo (totalidad) es geometría ilimitada que contiene geometrías de límites cambiantes.
    La parte ilimitada del universo-totalidad es suprageometría, donde los contrarios (lo limitado y lo ilimitado) allí no son tal: realidad espiritual más allá de las leyes de la física.

    11. La naturaleza de los límites o no límites de la totalidad única son humanamente incomprensibles.
    Pero ha de ser una naturaleza tal que en ella puedan coexistir realidades que, para nuestra comprensión humana, se excluirían unas a otras.
    Para la razón humana no es posible,  por ejemplo, una geometría ilimitada.
    Pero somos conscientes de que no percibimos sino a través de unas capacidades concretas, las humanas. Y podemos sospechar que estas capacidades humanas no nos permiten el acceso a realidades esenciales para comprender la estructura del universo. 
    El juego de una construcción metafísica, como la presente Metafísica, consiste en, desde el yo y con las capacidades del yo, elaborar una totalidad en miniatura que refleje una totalidad que es más allá de lo que nuestras capacidades precarias nos muestran. Si este juego lo llevara yo a cabo desde mi yo, haciendo uso de la sola razón clara, esta Metafísica sería muy diferente. Razonando en claroscuro evito el estancamiento aun a riesgo de mezclar hipótesis con deseos, de derivar a lo literario confesional. Aun a riesgo de anteponer las creencias (o aquello en lo que se quiere creer) a los fríos y escuetos datos. Los filósofos han hecho y hacen esto (me atrevería a decir que todos los filósofos, en mayor o menor medida y con mayor o menor consciencia), solo que la mayoría se esfuerzan en enmascarar (consciente o inconscientemente) la base apriorística en que se sustentan sus sistemas. Yo puedo dar fe de una cosa: esta Metafísica (más para bien que para mal, espero) no es el mero desarrollo de una intuición (o idea, o manía, o fijación, etc) previa, apriorística, sino que, en su desarrollo, me ha ido sorprendiendo constantemente; cada estado de su progresión, cada momento, ha sido para el yo (para mi yo: para ) descubrimiento, reencuentro, sorpresa.
    Pero obsérvese que he dicho juego: «el juego de una construcción metafísica», he dicho. Entonces, ¿la metafísica es un juego? ¿esta Metafísica es un juego, un mero juego? «No, si se nota que se lo toma todo a chacota», quizá alguien piense torciendo el gesto.
    ¿La metafísica como juego?; pero, ¿no era la metafísica algo serio, algo sumamente serio?
    ¿La metafísica como juego?; entonces, ¿la metafísica como diversión, como entretenimiento, como destreza? ¿tal vez (incluso) como un juego de manos: hábil ejercicio de agilidad donde las manos sobre el teclado (de la máquina de escribir, y pese a no ser mecanógrafo el yo que mueve esas manos) hacen aparecer y desaparecer objetos, ideas? ¿tal vez (¡incluso!) como un juego malabar, como un ejercicio de equilibrio y habilidad donde se lanzan al aire y se recogen diversos objetos (ideas, palabras, sentimientos...) o se mantienen en inestable equilibrio? ¿La metafísica como malabarismo?: «¡Por favor, no me fastidie usted!», exclamó el catedrático (y en su voz ni siquiera había indignación, apenas desprecio, algo sí de resignación: la resignación del que ya lo ha visto todo y cualquier cosa espera).
    –No se ponga usted así, hombre –contesté al catedrático–, deje que le explique.
    Pero el catedrático, ya sin mirarme a los ojos, movía (con cierta rapidez) la cabeza, a derecha e izquierda; he incluso echó un rápido y descortés vistazo a su reloj de pulsera (que parecía bueno: de oro).
    Yo, no obstante, y aun consciente de que él (el del reloj de oro) hubiera querido estar ya camino de donde fuera y no allí frente a mi yo, decidí lanzar (articulando palabras con cierta precipitación porque veía que se iba el del traje gris y la alegre corbata) mi explicación:
    –Cuando dije juego pensaba en aquello que dijo Jesucristo de que el que no se haga como un niño no entrará en el reino de los cielos.
    [Marcos 10, Biblia Nácar Colunga (mi querida Biblia Nácar Colunga)
    Jesús bendice a los niños
    13. Presentáronle a unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían.
    14. Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el Reino de Dios.
    15. En verdad os digo, que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.
    16. Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.]

    12. El juego.
    En su juego casi frívolo, casi decadente, el yo se hace múltiple, se diversifica (se divierte), casi se disgrega, se funde con tantas partes (tantos seres) como puede, quiere fundirse con el todo; su inocencia, su infantilismo parece que no tiene límite. Luego el yo retorna; retorna a casa con tanto juguete, con tanto tebeo, ¡tantas cosas hermosas para perder el tiempo!
    El tiempo perdido, el tiempo de mala manera desperdiciado enriquece a ese yo egoístaavaricioso, ávido, que en la soledad de su torre de marfil reflexiona, une piezas, recorta, pega: collage en que se abrazan tantos átomos dispersos. 
    El yo mira luego con nostalgia al pasado. Si pudiera regresar escatimaría aun más tiempo a aquello que llamaban serio, para poder perderlo aún más con sus juguetes y tebeos, con tanto objeto no por barato menos sagrado. 
    Fue entonces (edad de oro: infancia) cuando surgió mi profunda vocación de metafísico. Por eso no quiero, no puedo dejar de jugar.
    Pero no olvidemos: un producto artificial humano (infantil: ya que lo humano es infantil, balbuciente), puede ser superior (siendo minúsculo) a un producto natural de dimensiones descomunales. Basta que haya más acercamiento al bien en el ser microcultural (artificio postnatural) que en el ser macronatural. Ni qué decir tiene que hay productos culturales humanos que, emponzoñados por el mal, se colocan (la parte emponzoñada de ellos*) por debajo de lo peor de la naturaleza. 
    [*La parte emponzoñada de ellos. Ejemplo: Una blasfemia literaria, si está bien escrita (bella construcción poética) se coloca por debajo de lo peor de la naturaleza por ser blasfema: por su parte blasfema, no por ser bella: no por su parte de belleza. Si hacemos un esfuerzo de abstracción,  podremos contemplar, de la blasfemia literaria, solo su parte de belleza, que por ser belleza no solo no injuriará a lo sagrado, sino que estará en el ámbito de lo sagrado. Pero cuesta tanto hacer tales esfuerzos de abstracción que, muchas veces, prefiero apartarme de esos productos híbridos (sacro-deleznables) y ocuparme de los productos de quienes juegan limpio.]

    13. El ser (la totalidad y cada una de las partes de la totalidad) está más o menos alejado del bien exento de todo mal.
    Pero entonces, ¿para cuándo el bien exento de todo mal?
    –¡Queda tanto!; y encima, para colmo, es solo una hipótesis, a veces pienso que ni eso –dijo mi yo pesimista–.
    –Bueno, no queda tanto, hombre; las miríadas de milenios pasan volando –contestó mi yo optimista. Además, siempre cabe la posibilidad de un milagro. Al fin y al cabo, Jesucristo dijo que el Reino de Dios estaba cerca.
    –No, ya, pero... ¿no era el Reino de Dios él mismo,  o sea, el propio Cristo?
    –Sí –dijo mi yo optimista–, pero también puede interpretarse como el anuncio del ser (la totalidad y cada una de las partes de la totalidad) exento de todo mal. Es verdad que Cristo dijo que el Reino de Dios estaba cerca y han pasado más de dos siglos, pero, ¿qué son dos siglos en la inmensidad del tiempo cósmico? 
    Hay partes del ser muy cercanas al bien exento de todo mal, otras están tan alejadas del bien que casi parecen mal en estado puro.
    Cristo, que erradicará todo mal del universo todo, ahora sufre por nosotros. Pero el Reino de Dios está cerca.
    Por ahora, solo desear el Reino de Dios hace que el Reino de Dios viva, idealmente, en el yo.
    Solo desear el bien exento de todo mal hace que el bien exento de todo mal viva, idealmente, en el yo.
    La ausencia total de mal será el auténtico reinado de Dios.
    
    14. El ser: presente y futuro exento de todo mal.
    El presente es el momento del ser  en el ahora.
    El presente es el momentáneo ahora en la dinámica del ser.
    En el instante del ahora coinciden todos los presentes del universo todo.
    ¿Posibilidad de viajar en el tiempo (al pasado o al futuro)?
    No.
    [O, al menos:
    No los seres físicos con sus solas fuerzas físicas regidas por leyes físicas. Es decir, no sin ayuda de fuerzas suprafísicas regidas por leyes suprafísicas.]
    ¿Posibilidad de viajar en el tiempo (al pasado o al futuro) según las leyes de la física?
    Rotundamente no.*
    [*Y el sentido común (que es intuición) no deberá permitir que le venzan sofismas pseudocientíficos, por más que estos sofismas se vendan como ciencia. No es la primera vez  en la historia que la inmensa mayoría de los entendidos (incluso de los más conspicuos "sabios") han aceptado la veracidad de lo falso. Y si escribo "sabios" así, entre comillas, es porque todo sabio humano, en el terreno de lo teórico,  dista mucho, o más que mucho, de la infalibilidad.]
    El momento del ser como totalidad ahora (el ser total en el presente) es un momento precario, inestable, por la afección del mal, por la fuerza limitativa del mal. La fuerza limitativa del mal afecta, en mayor o menor medida, a todos los seres del ser como totalidad (físicos o suprafísicos). Ejemplo: un ser suprafísico sin mácula de mal moral, y cuya estructura suprafísica (su geometría espiritual, podíamos decir) no esté afectada por el mal, puede sufrir, empero,  por los males (de cualquier índole) que el mal causa en otros. Esto que acabo de decir se puede ejemplificar de forma más concisa así: El Bien sufre por el dolor y los pecados de otros seres. Pero hay que decir más: El Bien sufre por no poder impedir el dolor y los pecados de otros seres.
    Pero esto es ahora, en el presente.
    En el futuro (más tarde o más temprano o, incluso, más tarde o aún más tarde) el mal, por la fuerza constructiva del ser, del ser absolutamente será erradicado.
    Por eso digo: El ser: presente y futuro exento de todo mal.

    15. El pasado y el futuro ideales son reales (seres en sí) aunque en un nivel de realidad distinto al del presente.
    Los recuerdos, colectivos o individuales, son realidades basadas otras realidades. Los recuerdos de nuestras pasadas vivencias son ficciones (entes imaginarios) basados en hechos reales. La ficción basada en hechos reales (como la pura ficción) es algo real, pero en un nivel de realidad distinto al de las vivencias recordadas idas. El pasado ido primigenio es un ya no ser, que mantiene parte de su ser transmutado en un ser presente, en una ficción basada en hechos reales. El recuerdo puede vivir en la mente del yo, puede exteriorizarse en el habla, vivir en lo literario, en lo artístico, en lo musical...
    Vivir en lo literario: un libro de historia, una novela, un poema...
    Vivir en lo artístico: en un retrato (un dibujo, una pintura, una escultura...), una fotografía, un filme...*
 [*También están la imágenes no artísticas, por supuesto.]
    Vivir en lo musical: en una sonata para piano, en una sinfonía...
    Todas estas realidades donde habita lo ido no son de menor entidad que el ente origen, sino realidades de distinta naturaleza.
    Ahora bien, cuando digo lo ido, me refiero a lo ido para nosotros. Que esas realidades (o parte de ellas) idas puedan habitar en otro mundo, en otro estado, es una posibilidad para la metafísica.*
    [*Platón y Aristóteles (por poner un ejemplo de dos de los más grandes filósofos de la historia) creían, por la razón, en la inmortalidad del alma. Y por la fe y la razón el gran filósofo Tomás de Aquino (que además de filósofo era un santo varón, amén de un Santo propiamente dicho).]
    El futuro es una elucubración (una reflexión, un pensamiento, una hipótesis...) que vive, al igual que los recuerdos, como ser real en distintas naturalezas.
    Mientras que existió un pasado ser en sí que fue, el futuro solo existe en el presente, como elucubración. Cuando el futuro llega puede parecerse poco, mucho o nada a como lo imaginamos, pero lo cierto es que nunca llega como futuro, sino como presente. El futuro (aun siendo, como diría Aristóteles, potencia) en rigor no existe.
    El pasado fue y en nosotros vive.
    El futuro no ha sido ni será. Llegará un presente que quizá se le parezca, pero no sera futuro, sino presente. Todo futuro (elucubración real) es ficción de anticipación.
    Lo que fue (o parte de lo que fue) puede vivir, además, en un ambito suprafísico. 
    Lo que será únicamente vive en el presente (en nuestro yo, en nuestras obras), pero también podría vivir, como ficción (supraficción) de anticipación en seres suprafísicos. ¿Por qué no?
    Los seres en sí exentos de todo mal ideales son reales.
    Los seres en sí exentos de todo mal son ideales reales.

    16. No hay final para el tiempo del ser. Sin final podrá existir, existir exento de mal.
    El ser físico tuvo un principio, pero no surgío del Big Bang (Gran Explosión) [Este mito antimetafísico y pseudocientífico no explica nada; su pretensión de ser narración de un hecho en si (más allá de la ficción) es absurda, pues aun como mito es de precaria construcción].
    Habrá y no habrá fin para el ser físico. Habrá fin: lo físico como tal dejará de existir, cuando el mal deje de existir. No habrá fin: Todo lo que de bueno hay en el ser físico no se perderá, por lo que, ya no como físico, sino como ser exento de mal, sin final será, es decir, no tendrá final.
    Pero el ser ya existía antes de lo físico. 
    Dios: Yo suprafísico (ilimitado-limitado) que crea un no-yo (un no-Dios). Este no-Dios es la diversificación de Dios en la creacción.
    El puro impulso de crear es bueno, es un impulso exento de todo mal. Del puro impulso de crear surge la construcción perfecta, exenta de todo mal: la obra ha sido un éxito. Pero, de pronto (¿por qué?) hay una grieta en la estructura. El edificio se derrumba. Ahora solo ruinas. Hay belleza en esas ruinas, en esos restos. Pero también hay dolor. Es necesario reconstruir la construcción primigenia, tal como era antes de la grieta. La grieta es el mal, claro. La naturaleza, a impulsos divinos, está a ello: a esa reconstrucción. Ella, la naturaleza, trata de reconstruir, de reconstruirse, en pugna contra la fuerza destructiva del mal. Estoy hablando de la naturaleza nuestra, la física, pero no solo de ella.
    Es cierto que, desde la experiencia del yo humano (del yo general), este parece haber puesto el no-yo. Lo mismo ocurre desde la experiencia del yo humano particular [El yo humano general es una suma de particularidades]. Pero lo cierto es que, antes del yo humano, ya existía aquello que ahora este yo puede percibir como no-yo, que incluso puede percibir, ilusoriamente, como no-yo puesto por él. [Como caramente se advierte, aquí estoy polemizando con el gran filósofo Fichte.]
    No hay final para el tiempo del ser. Sin final podrá existir, existir exento de mal. En el principio: Dios.

    17. El ser no puede autoaniquilarse.
    El ser no puede autoaniquilarse.
    El ser (al menos el ser en estado precario) se transforma.
    Un ser en estado precario puede sufrir destrucción, pero no aniquilación.
    La destrucción da lugar a la ruina, al resto.
    La aniquilación (la aniquilación absoluta, se entiende) daría lugar al no ser de una particularidad o de la generalidad. 
    Pero la aniquilación es una utopía imposible; solo puede existir como ficción.
    Los restos del mal pueden ser transformados en bien, pero no pueden ser aniquilados. 
    Desintegrado en sus más ínfimas partes, el mal deja de ser mal moral, pero aún no es bien, aún no es bien exento de todo mal. Solo al dejar de ser resto, al mutar de resto en construcción, puede entonces, lo que otrora fuera mal, existir ya como bien, como bien exento de todo mal desde el momento primero de la victoria final. En el momento de la victoria del bien absoluto (el bien exento de todo mal) el mal dejará de existir, en cualquiera de sus formas de existencia no será. Ya no será, y su recuerdo se borrará de la memoria. Ya no entristecerá su recuerdo, pues la tristeza habrá sido abolida al cumplirse ya la ley de Dios, la ley del único Dios verdadero que es el Bien. Él estará allí, y nosotros con él.
    Pero hoy el mal está aquí, con su poder destructivo. 
    La parte mala del ser, en la actualidad, es destructiva, desintegradora. Y, aunque no lo sepa, esa parte mala del ser, destruyendo, se destruye: pues cualquier destrucción particular afecta al todo (por estar todo relacionado, en mayor o menor medida, con todo). El mal es siempre autodestructivo. 
    El mal destruye, pero no aniquila. Todo bien destruido por el mal en el espíritu prevalece. Todo yo víctima del mal en el espíritu prevalece.

    18. El ser exento de mal no podría ni querría autoaniquilarse.
    No puede ni quiere. Felicidad que no termina nunca. Ser feliz que ser feliz desea. Abolido todo recuerdo triste. Nunca más la tristeza en el Paraíso. Todo espíritu. Todo construcción. Belleza que dan los bellos límites. Seres ilimitados de bellos límites. Ángeles incorpóreos de bella geometría. Placer pleno espiritualizado. Éxtasis. Amor. Arte. Música. Poesía.
    Y, ¿por qué no?, un paseo por el campo en primavera o comprar un tebeo en el kiosco de la esquina. Pues, ¿por qué no habría de haber campo, primavera, tebeos o kioscos (¡magníficos los quioscos!) en el Paraíso?
    [En el Paraíso ya no habrá malos dibujantes. Todos serán buenos dibujantes como aquellos de Bruguera, por ejemplo.]
    ¡Ah!, y también en el paraíso habrá humor, mucho humor, pero del bueno.

    19. El origen del ser es un misterio, un arcano.
    El ser humano ha de aceptar lo secreto.
    Aceptar lo secreto (arcanum) no significa renunciar a la verdad. 
    La aceptación del misterio clarifica la verdad.
    Porque aceptar el misterio no significa desentenderse de aquellos asuntos que el misterio envuelve, ya que el misterio, aun siendo profunda penumbra para la razón, no es negro absoluto.
    Algo vislumbra la razón (clara u obscura).
    Ante el misterio algunos se han detenido. Han aceptado el misterio y han decidido que ellos (seres humanos) no están capacitado para desentrañar el misterio.
    Otros, al toparse con el misterio, con ese misterio que les ponía en su lugar, en su humilde lugar de seres humanos, han negado su existencia. No, han pensado, el ser humano no puede aceptar una inteligencia por encima de la suya. Por orgullo han decretado la muerte del misterio, que es como decir la muerte de todas las realidades que el misterio oculta. A estos pensadores les ha perdido el orgullo.
    Los que amamos por igual la metafísica y la poesía nos adentramos en el misterio filosofando en claroscuro. Construyendo una metafísica que no desdeña lo intuitivo, lo poético.
    La razón intuitiva, poética (allí donde la razón clara, explicativa, no llega) nos aporta un conocimiento que, aunque oscuro para la razón explicativa, se nos muestra a veces como luminoso. Conocimiento luminoso que no se deja traducir al lenguaje explicativo de la filosofía, de la metafísica.
    Siempre hay que partir de una hipótesis. Pero cuando topamos con la profunda penumbra del misterio sentimos que la elección de una u otra hipótesis es casi tan azaroso (o sin casi) como una tirada de dados. Pues bien: antes una tirada de dados que detenerse. Cualquier hipótesis, sacada de la religión, de la mitología, de la filosofía, de la poesía o de cualquier ámbito, es válida para empezar. Ya veremos luego si encaja o no el la estructura de nuestra metafísica.
    Pero yo no he lanzado los dados. Lo que he hecho a sido tomar como hipótesis, para adentrarme en la penumbra, creencias o ideas con las que, por diversas razones, me identifico espiritualmente.
   En una novela policiaca hay un crimen y dos sospechosos. El detective siente simpatía por el mayordomo, que es uno de los dos sospechosos. ¿Por qué siente simpatía por él?; por nada especial, quizá porque le recuerda a un tío suyo, que era un buen tipo. El detective decide, dejándose llevar por esta simpatía, partir de la hipótesis de la inocencia del mayordomo. Y lo que hace es válido, ya que carece de otros indicios que le permitan partir de una hipótesis más fundamentada. Es válido siempre y cuando esta hipótesis sea solo un punto de partida, siempre y cuando el detective este dispuesto a aceptar, si el transcurso de sus pesquisas le lleva a ello, que su punto de partida era erróneo y que el mayordomo, a pesar de parecerse a su buen tío, es el asesino. Por cierto: el detective acertó, pues el mayordomo no era el asesino. El asesino era, efectivamente, el otro, el del gesto torvo. A veces la primera impresión no engaña.

    20. Movimiento es cambio.
    El movimiento es el cambio, es el tiempo. Lo que cambia, lo que se mueve, es el ser: totalidad y partes.
    Pero es necesario, para la coherencia racional de este sistema metafísico, un ámbito del ser donde lo estático y lo dinámico coinciden. Un ámbito suprafísico donde coinciden los contrarios, los opuestos. Aquello que en nuestro ámbito físico no puede coincidir por contrario, por opuesto, misteriosamente coincide en aquel ámbito suprafísico. Ser absolutamente estático y absolútamente dinámico. Ser que sin moverse en absoluto, absolutamente se mueve. Espacio con y sin tiempo. Atemporalidad que la temporalidad no niega. Movimiento-quietud que es y no es cambio, absolutamente.
    [Ya el gran filósofo Nicolás de Cusa, pensando en Dios, habló de una coincidentia oppositorum, de una unidad de los contrarios (Por cierto: aquellos conceptos que Burckhardt interpretó como opuestos: lo medieval y lo renacentista, uníanse en la metafísica de Nicolás de Cusa a un tiempo, sin problema. Por pecar de extremista erró Burckhardt).]

    21. No hay movimiento sin ser (no hay tiempo sin espacio).
    Lo que hay es un ser en movimiento, que es lo mismo que decir un espacio en tiempo.
    El universo físico (parte del universo todo) es un espacio en tiempo regido por leyes físicas.
    El universo suprafísico [que puede ser compendio de universos suprafísicos de distinta índole (parte o partes del universo todo)] es un espacio (o espacios) en tiempo regido (o regidos) por leyes suprafísicas.
    Hay partes (físicas o suprafísicas) como unidades relativas (universos relativos), y un solo universo absoluto, formado por todos los universos relativos.
    Hay un universo absoluto que es un espacio absoluto.
    No hay un ser absoluto en el espacio absoluto, sino que el ser absoluto es el espacio absoluto.
    Prescindimos, en esta Metafísica, de esa no-forma (el vacío, el lugar) que acoge todas las formas.
    Todo ser es forma (física o suprafísica)
    Lo que llamamos vacío es ser, forma para nosotros (humanos de intelección precaria*) invisible.
    [*Y aún diría más: humanos de intelección precaria en un momento precario de su evolución.]
    Dios está en este espacio en tiempo, pero no es este espacio en tiempo.
    El espacio en tiempo de Dios depende.
    El espacio en tiempo de Dios procede.
    Pero Dios, que está en el espacio en tiempo, no es el espacio en tiempo.
    El espacio en tiempo es el ser absoluto.
    Dios es la esencia absoluta : por su ser esencial hay ser.
    No hablemos, pues, de materia y energía, sino de espacio en tiempo; no hablemos, pues, de espacio-tiempo, sino de espacio en tiempo.
    Y no olvidemos que este espacio en tiempo por Dios existe, de Dios depende. 
 
    22. Sería teóricamente posible un ser sin movimiento, un espacio sin tiempo.
    Ya quedo dicho que la mente humana (que sabemos sumamente precaria) no acierta a comprender un pensamiento estático, un ser estático con conciencia de sí. 
    ¿Pero que sabemos nosotros, humanos, lo que puede ser un pensamiento estático suprafísico?

    23. Un ser estático, aun sin tener consciencia de sí, refleja una consciencia de sí.
    Ya quedó dicho: Refleja movimiento como la lava del volcán, ya fría y sólida, evoca movimiento
    La autoconsciencia reflejada (consciencia de sí reflejada) es una forma de autoconsciencia. 
    Una pintura, por ejemplo, evoca la autoconsciencia del artista que la pintó. La pintura en sí no es autoconsciente: ella no piensa «me miran», «yo soy un cuadro» o «yo expreso esto o aquello», pero ella refleja consciencia de sí, la del artista. Un espacio en tiempo autoconsciente está ahí, estático. Por su acto creativo (espacio en tiempo) algo de el artista está ahí, estático (relativamente estático, por tratarse de un ente físico). Una pintura es un ente estático que refleja un espacio en tiempo autoconsciente (algo del artista).

    24. Un ser sin conciencia de sí puede superar en perfección a un ser con consciencia de sí.
    Para entender esta afirmación, lo primero que hay que hacer es definir lo que entendemos aquí por perfección.
    Aquí llamamos perfecto (relativamente perfecto) a aquello que esta más cercano al  ideal bien exento de todo mal.
    Por eso una obra de arte sin consciencia de sí que eleva nuestro espíritu, que causa placer, es más perfecta que un ser autononsciente maligno que degrada el espíritu,  que causa dolor.
    Ya quedó dicho: la autoconsciencia (consciencia de sí) es la capacidad de un ser para sentirse o pensarse a sí mismo.

    25. Hay distintos grados o niveles de autoconsciencia. 
    Todo ser, sin excepción, tiene consciencia de sí, ya sea propia o reflejada. 
    Dios es autoconsciente, pues solo con autoconsciencia se puede crear. Todo lo que procede de una autoconsciencia tiene consciencia de sí, propia o reflejada.
    Que sepamos, los minerales no tienen autoconsciencia propia, pero si reflejada. 
    La pirita en forma de dodecaedro, por ejemplo, nos remite a la mente de un geómetra, no al absurdo de una explosión física salida de la nada.
    También los minerales (una pirita en forma de dodecaedro, por ejemplo) nos hablan de Dios.
    (El dodecaedro es un poliedro de doce caras pentagonales.)
    La naturaleza mineral es un tratado de geometría que nos habla de la mente de un geómetra. 
    Los vegetales, además de reflejar autoconciencia, puede decirse que, de alguna forma, tienen autoconsciencia propia. Entendiendo autoconciencia como aquí lo hacemos: la capacidad de un ser para pensarse o sentirse a sí mismo. Los vegetales no tienen capacidad para pensarse, que se sepa. Pero, ¿podrían tener capacidad para sentirse a sí mismos? En los vegetales hay consciencia sensible: los vegetales piensan, a su manera. A su manera, pero lo hacen: toman decisiones, buscan, incluso lentamente (como algunos árboles) se desplazan. Pero, ¿Habrá en los vegetales autoconsciencia sensible?, ¿se sentirán los vegetales a sí mismos? Intuitivamente me inclino a pensar que sí. No digo que lo hagan como un hombre, ni peor ni mejor que un hombre, sino de otra forma. 
    Y no me canso de repetirlo: el ser humano es intelectualmente precario. Es cierto que, muy probablemente, no ha acertado a utilizar todas sus capacidades mentales. Pero, aun así, el ser humano, mientras sea lo que es, será intelectualmente limitado. Y, respecto a ir más allá de sus limitaciones, creo que el ser humano más lo conseguirá por el camino de la intuición (que es un camino poético en el amplio sentido de la palabra), que sometiendo su mente a experimentos raros. 
    Volviendo a los vegetales, quiero decir que siempre he admirado a esos seres pacíficos que, a veces, se me antojan en un estado evolutivo superior al de la raza humana. Quizá los ángeles piensen más como un árbol que como un hombre, pues, ¿qué sabemos, pobres humanos, del pensamiento de los ángeles?, ¿qué sabemos, pobres humanos, del pensamiento de los árboles?
    Hay una cosa que sí se: los vegetales tienen alma.
    Y los minerales, al menos en cierto sentido y quizá en sentido estricto, también. 
    Que algunos animales no humanos tienen autoconsciencia es más que evidente. Algunos, como los chimpancés, incluso tienen cultura, algo que se creía privativo de los humanos. Estos chimpancés, sin duda, piensan. ¿Instinto?; bueno, la verdad es que este concepto también casa con muchos aspectos del comportamiento humano.
    Ni que decir tiene que, entre los animales, el ser humano tiene un nivel de autoconsciencia muy superior al resto. Pero que sea el animal más racional no significa que sea el único dotado de razón. La diferencia es de cantidad (mayor o menor), no de cualidad. Aunque también es cierto que lo cuantitativo, mientras dura en la especie, constituye su cualidad esencial. Hay porosidad [gracias, Benjamin, por el concepto] entre lo cuantitativo y lo cualitativo. 
    Cualitativa o cuantitativa, el caso es que la mayor inteligencia del ser humano respecto al animal (propiamente dicho) ha hecho de él un ser excepcional en el reino animal. 
    El ser humano (animal racional propiamente dicho) puede ser superior [superior: más cercano al bien, al bien exento de mal (meta utópica posible)] al resto de los animales, pero también puede ser inferior [inferior: más cercano al mal, al mal exento de bien].
    Respecto al hombre malo, el hombre bueno es un superhombre. Este es el verdadero superhombre: el hombre bueno. El modelo de superhombre que propone Nietzsche es un infrahombre. Con su infrahombre (que él llama superhombre), Nietzsche nos propone una regresión a las cavernas. Nietzsche despreciaba a Jesucristo, que es el auténtico modelo para aquel que aspire a superhombre. En su afán por superar al hombre, Nietzsche propuso una ética aberrante. Más le habría valido dejar a ese falso superhombre y conformarse con buscar y proponer un modelo de hombre (ser humano) a secas, con ser  (él) un ser humano a secas, que no es poco. 
    Yo, que no tengo vocación ni capacidad para superhombre, habré de contentarme  al menos con no ser un infrahombre, que no es poco el empeño. Y buscar superarme en mi obra (literaria y artística: mi vocación).
    Y quizá al lector le cueste entender esto: Nietzsche, a pesar de sus blasfemias y sus tonterías, hizo, en cierto sentido, una superobra. Solo en cierto sentido. En conjunto, la obra del genial (sí: genial) filósofo (o antifilósofo) puede calificarse de una super-infraobra. La parte formal es, sobre todo,  la parte super de la obra de Nietzsche; pero no solo. También podemos encontrar en Nietzsche, aquí, allá y acullá,  ideas super: superideas.
    Jesucristo (¡él sí!) nos dio una clave de oro, con la que yo he tratado de superarme en mi obra (literaria y artística):
    Jesús vio a unos pequeños que eran amamantados. Dijo a sus discípulos: «Estos pequeños que son amamantados se asemejan a los que entran en el Reino»*
    [*Evangelio según Tomás, en Todos los evangelios, edición y traducción de Antonio Piñero, editorial Edaf.]
    Y ya quedó dicho: la reflexión del ser sobre para adquirir conocimiento de es solo un grado, un nivel de la autoconsciencia .
    Sentir es también autoconsciencia: sentir es pensar. El sentimiento puede activar la mente tanto como la reflexión.
    Cualquier ser tiene conciencia. La de aquellos que se piensan o se sienten a sí mismos llamamos aquí autoconsciencia. La de aquellos que no se piensan o se sienten a si mismos llamamos aquí autoconsciencia reflejada.

    26. ¿El ser exento de mal será homogéneo o una homogeneidad heterogénea?
    Más, ¿por qué habría de perderse lo heterogéneo en el Paraíso?
    Después de muchos años de reflexión, y tomando en consideración las aportaciones de los metafísicos de pasado, creé una estructura coherente a la luz de la razón explicativa, pero no para quedarme ahí. Pero debo precisar: ya este primer paso estuvo también acompañado, era inevitable, por la razón oscura (la razón intuitiva, poética) [oscura no en sí, sino para la razón explicativa]. Y hecha esta precisión, continúo: Pero no para quedarme allí; no, no quería quedarme allí (pero tampoco quería abandonar aquel lugar). La presente Metafísica es el resultado (inconcluso, por supuesto: soy humano) se ese no haberme quedado allí. Ya que después de haber filosofado explicativamente, dialécticamente, (siguiendo la tradición metafísica occidental), y sin desdeñar nunca esta tradición (tampoco quería abandonar aquel lugar), he pensado y sentido el pensamiento religioso (es decir: he pensado y pensado el pensamiento religioso), he pensado y sentido el pensamiento artístico (en el amplio sentido de la palabra arte), y luego, humildemente, como un juego, como si fuera un niño (por la enseñanza de Jesucristo: mucho más él, desde luego, que el más grande de los filósofos, más allá él de oriente u occidente, desde luego), como si fuera un niño, digo, he tratado [casi con glotonería (saludos a Rimbaud)] de pensar como un ángel. Por eso afirmo que toda particular bondad no ha de perderse en el Reino de los Cielos. Ni siquiera los kioscos donde se vendían aquellos tebeos de Bruguera, por ejemplo. Porque se puede aprender mucho más sobre el bien y la verdad en aquellos dibujos que en muchos tratados de fría y flamante encuadernación, mucho más que en la inmensa mayoría (y creo que diciendo inmensa mayoría me quedo corto) de esas llamadas tesis doctorales.
    Y ahora, ya de vuelta de este largo viaje, veo claro (¡tan claro!) lo que ya antes de iniciar el viaje veía tan claro: ser bueno es ser inteligente, y todo mal es ignorancia. 
    Pues eso: a ser buenos y a leer tebeos.

    27. Un ejemplo de razón obscura.
    Era aquella la máscara que antes usara el alma.
    Ya de sí misma ahora el alma disfrazada (ahora victoriosa).
    Hermosa triste alegre luna los pájaros los sueños
    una lágrima de oro sobre el pastel de cumpleaños apenas.
    Matices de lo secreto entre la vulgaridad del mal sueño materialista.
    Matices a quienes el mal límite ocultar querían.
    Brebajes materialistas que te servían, y que obstruían el sendero
     tan querido.
    Sí, tan querido.
     Pero mi yo se ha precipitado en el cielo de las sutilezas
    desdeñando tinieblas desabridas disfrazadas de luz.
    Alondra ebria de libertad en el azul del sueño, del ensueño.
    Un flor de oro entre la chatarra. Y era tarde. Al fondo, «mira», 
    el club de los obreros.
    Pero otro día
    una tormenta de alegría fue, y la danza de todos los tebeos.
    ¡Oh, frágiles tebeos, tebeos tan queridos!
     Pesetas (¿o ya eran euros?) que por vosotros no pagué 
    (¡gratis!, tres por persona)
    se transmutan en oro (ahora): entre chatarra
    [un sacerdote reza*]
    (*porque es un sacerdote)
    (al fondo, mira, el club de los obreros).
    Te dije que de oro («sí, de oro») 
    y «mira tú, ¡tú, sí!, y di si es cierto.» 
    Miraste tú, «pues mira, vale, es cierto», dijiste (¡florecían!).
    Y es que era aquella máscara que antes usara el alma
    la que ya abandonada dormitaba, repantingada como un cuñado, 
    en el ámbito de la materia: y ved: veía la tele con desgana. 
    «¿Quién, la máscara o el cuñado?»
    «Los dos», contestó él, «la máscara y el cuñado.»
    La máscara y el cuñado como símbolo de un concepto casi 
    (casi) 
    vacío:
    el de materia.

    28. El yo piensa el ser.
    El metafísico piensa el ser desde la prisión de su yo. Sí, como decían los antiguos, el yo es un alma aprisionada en un cuerpo. Esencialmente, el alma, que habita en lo físico, no pertenece al ámbito de lo físico. Y no me refiero únicamente al alma humana. En vano buscarán los científicos el principio de la vida en el ámbito de lo físico.
    Y... sí (definitivamente*, sí), también los minerales tienen un alma propia que no es de este mundo.
    (*Todo lo definitivo que puede ser un pensamiento humano, quiero decir.)
    El yo puede pensar el ser en claro, pero también en obscuro. Yo prefiero pensar el ser en claroscuro.
    Quedó dicho: la mayor intensidad no depende de uno u otro tipo de razón. Y sin embargo...
    La unión de lo explicativo y lo intuitivo da una más amplia visión. La intuición no tiene miedo de lo ilógico, de la fantasía. Y tengamos en cuenta que de lo fantástico puede surgir lo simbólico. El símbolo no es realista, pero puede condensar muchas realidades: una mentira puede no ser un reflejo mimético y, sin embargo, ser un compendio de verdades, una mentira que va más allá de la superficie, una mentira que es una verdad esencial, en suma. Por supuesto que no toda mentira da con una verdad esencial, pero tampoco toda verdad, toda copia de una percepción sensible, da con esa esencia.
    Hay quienes, ante ciertos textos de carácter no realista (simbólico, poético, fantástico...) se muestran despectivos, calificándolos de mentiras. No se paran a pensar en todas las verdades que esas mentiras esconden. No saben que esas mentiras no son tales, mientras que muchos discursos de apariencia realista no son sino falsedades con una pátina de pseudorracionalismo o pseudocientifismo. Hay, en definitiva, mentiras que son verdades y verdades que son mentiras, así como verdades que son verdades y mentiras que son mentiras.
    El yo que piensa el ser en claroscuro evita caer en lo irracional* y el la fría razón que mata el espíritu. Pensar en claroscuro corrige las desviaciones. Nos permite ver lo cómico en lo serio y lo serio en lo cómico. Nos permite ver lo valioso en lo humilde y la endeblez de lo sobrevalorado. Etcétera.
    (*No hay que confundir lo irracional con suprarracional; lo primero es carencia de razón, lo segundo es un tipo de razón, una razón oscura, impenetrable a la razón clara del propio yo que de tal oscura razón hace uso.)
    Positivismo e irracionalismo son caminos equivocados, que han conducido a filosofías no solo erróneas sino peligrosas, como las de Marx o Nietzsche; filosofías que, en apariencia opuestas, se hermanan en la sinrazón, por más que la primera se presente burdamente disfrazada de ciencia.

    29. La mente total del ser.
    ¿Una mente colectiva de la totalidad del ser?
    ¿Una mente del ser cómo totalidad?
    La mente total del ser (la mente del mundo*) sería alguna forma de interconexión entre todas las mentes individuales.
    [*Me refiero al mundo físico-suprafísico: totalidad del ser.]
    Esta interconexión al menos existe por el origen común de todos los seres.

    30. Panteísmo. 
    No cabe duda de que, aceptada la existencia de Dios, de quién todo depende, cabe decir que todo es Dios. Pero, ¿en que sentido?
    En el sentido de que toda creación puede considerarse, en cierta manera, como una prolongación del creador, como parte de él.
    Ejemplo: Podemos decir que las pinturas de Matisse son, en cierto sentido, el mismo Matisse, por haberse exteriorizado, en cada una de ellas, un momento creativo del artista. 
    En este sentido puede hablarse, para mí, de un todo es Dios, de una forma de panteísmo. 
    Sigamos con el ejemplo: Aceptadas las pinturas de Matisse como parte de del propio Matisse, estaremos de acuerdo en que lo son con sus virtudes y sus defectos*, aunque él pintor no pretendiera cometer esos defectos, aunque los defectos surgieran a su pesar.
    [*Matisse, aunque él no lo reconocía, cometía fallos de anatomía (no buscados, claro). Lo que no impide que Matisse sea un grandísimo pintor y dibujante. No quisiera que nadie sacara, por este caso concreto, la idea equivocada de que los vanguardistas no sabían anatomía: Picasso, Klee, Van Dongen, Modigliani, Kisling, Kupka o Schlemmer (entre otros) controlaban muy bien la anatomía artística.]

    31. El misterioso origen del mal.
    ¿Cómo, por qué surgió la grieta en el muro?
    ¿Por qué 1 quiso ser 2, 3, 4, 5, 6...?
    Parece que el mal surgió de la libertad, del yo libre.
    Incomprensible inventar una libertad que pueda dar origen al mal.
    Acaso no era posible la libertad sin el mal.
    Pero entonces, como humano pienso: mejor prescindir del invento.
    Y además creo (la intuición me dicta) que es posible: 
    una libertad exenta de todo mal.
    Y la pregunta terrible: 
    ¿Latía potencialmente el mal en el existir esencial? 
    ¿Fue creada la libertad con objeto de aniquilar ese potencial peligro 
de la esencia del existir?
    ¡Oh, limitada mente humana!
    ¡Oh, ilimitada obcecación humana!
    ¿No te cansaras, pobre yo, de querer pensar lo imposible?

    32. Oración.
    No, Señor, no: el mal no viene de ti.
    ¡Eso nunca!
    Aún más: Ni tan siquiera lo consientes.
    No, Dios, no: tú no permites el mal.
    ¿Entonces?
    Entonces nada: un misterio.
    Un misterio por siempre indescifrable para la raza humana.
    Quizá también indescifrable para vosotros, ángeles.
    Y quizá también indescifrable para ti: ángel caído.

    33. El ser aparente.
    Las apariencias engañan.
    Pero también nos muestran la verdad.
    Las apariencias no ocultan completamente la cosa en sí a la que se refieren. 
    Las apariencias pueden mostrar la cosa en sí a la que se refieren con más verdad que muchas elucubraciones erróneas sobre la cosa en sí.
    Mediante la razón intuitiva, los pintores impresionistas descubrieron oscuramente profundas verdades del ser, y lo hicieron concentrándose en las apariencias.
    Ya quedó dicho: El ser aparente (la apariencia) es un tipo de ser que refleja, en alguna forma, el ser a que se refiere.
    Kant se equivocó al pensar que el espacio y el tiempo no eran en sí, sino en mí.
    Kant se equivocó: el espacio y el tiempo, no son casilleros en mí, formas de mi sensibilidad.
    Kant imagina un espacio sin cosas, un espacio vacío; y se encuentra con algo impensable.
    Kant imagina un tiempo sin acontecimientos, sin entes en devenir; y se encuentra con algo impensable.
    Entonces deduce que espacio y tiempo son impensables porque no son en sí, sino en mí. 
    En esta deducción se fundamenta toda la construcción kantiana. Sí esta deducción falla, toda la construcción kantiana se viene abajo.
    Y falla; pero, ¿por qué, en que falla?
   Muy sencillo: Kant se equivoco al pensar en entes independientes al espacio y al tiempo. Porque no hay entes en el espacio, sino que los entes son el espacio. Porque no hay entes que se mueven en el tiempo, sino que el tiempo es el movimiento del ser.
    Este error kantiano da al traste con toda su construcción. En la construcción kantiana todo esta tan interrelacionado, todo depende tanto de todo que, fallando en el fundamento, todo el edificio, como obra de conjunto, se desmorona.
    Pero quedan las ruinas. Filosofía quizá así hermoseada en su nuevo estado.
    Las trabas kantianas han sido abolidas. Desmoronado el edificio, también la causalidad (que depende del espacio y del tiempo) deja de ser en mí (en nosotros) para ser en sí. Y la demostración de la existencia de Dios como primera causa necesaria sigue siendo válida.
    Desmoronado el edificio kantiano, las apariencias siguen siendo apariencias engañosas, pero mucho menos, muchísimo menos. Muchísimo menos engañosas las apariencias ahora que lo que Kant pretendía.
    ¿Y cuales son ahora los engaños tras Kant?
    Hay un engaño óptico, por supuesto, pero que se corrige conociendo las leyes de la perspectiva.
    ¿Qué todo sea un sueño? ¿Y qué? Los sueños distorsionan y encubren la cosa en sí a la que se refieren mucho menos de lo que parece, incluso la clarifican. Esto queda patente en las obras de Kafka: Su onirismo, distorsionando, clarifica. Con Kafka comprendemos mejor las cosas que leyendo los periódicos, ciertamente.
    Las cosas realmente importantes que las apariencias ocultan son otras que las físicas.
    Me refiero a las realidades espirituales que en las cosas viven, y que, captadas ya (a su manera) por el hombre primitivo, se muestran hoy herméticas para el hombre positivista.
    La apariencia sensible nos habla con bastante claridad. Está aquí a mano: la tocamos, la vemos, la escuchamos, la olemos, la gustamos. Si sabemos sentirla, si sabemos pensarla, no nos engaña tanto.
    ¡Y si leemos en sus colores!
    La apariencia sensible nos muestra los colores, se muestra en sus colores. ¿Quién se atrevió a decir que los colores son entes inferiores? Habitan en las cosas, son parte de las cosas. Cuando la luz se va siguen estando allí, aunque dormidos, silenciosos. A veces en la noche he presentido, en la total oscuridad, al rojo, al azul o al amarillo durmiendo cada uno en sus objetos.

    34. El devenir.
    Sí, quizá el devenir sea también esencia del ser.
    Aunque, quizá también, con la quietud viviendo.
    Así debió de ser en un principio:
    movimiento y quietud siendo un ser solo.
    Luego vino lo físico.
    Mas en tiempo futuro, cuando se extinga el mal,
    Serán uno otra vez, como al principio.

    35. El deber del ser humano.
    Proyecto conceptual.
    Construcción autoritaria 
    (no menos autoritaria por libremente* aceptada.** 
    [*La libertad existe, al menos en un plano, 
    pues si es ficción como ficción existe,
    como ficción se goza o se padece]
    [**La libre aceptación ocurre poco)] 
    Construcción que se impone (o trata de imponerse)
    con buenas o con malas intenciones,
    grandilocuente, petulante, intolerante e impertinente casi siempre,
    en las conciencias,
    en los portadores de las conciencias.
    Es la ley, que a veces dice ser de Dios o ser del pueblo 
    para engañar a Dios, para engañar al pueblo,
    «Dios lo quiere», «La patria lo requiere» o «Tú mandas, proletario»
    pero ¿cómo engañar a Dios?, ¿cómo engañar al pueblo todo?
    Para eso está la fuerza, la fuerza bruta de razón maquillada.
    No; no menos autoritaria por libremente aceptada,
    pues el hombre es víctima a menudo
    de su sinrrazón, de su mal razonar.
    Nadie razona bien, en sentido absoluto 
    (no va esto con el ser del ser humano)
    pero al menos el hombre debería intentar
    no destruirse tanto a
    con sus automentiras.
    Ya tiene el individuo demasiados enemigos
    entre su raza humana
    para convertirse él mismo también en su enemigo.

    36. ¿Y que nos manda el verdadero Dios?
    Caminar hacia el bien.
    Como hacerlo, como organizarse para hacerlo en un planeta donde muchos no están de acuerdo con respetar a los demás, ¡es tan difícil!
    El individuo solo nada puede, y ya tenemos la política. 
    De todos los sistemas (con todos sus defectos, que no son pocos) el mejor es, no cabe duda, la democracia. Una democracia donde el estado no se mantenga nunca impasible frente a las injusticias (nunca unos ancianos echados de su casa por no poder pagar el alquiler, por ejemplo*).
    [*Dos ancianos en Oviedo duermen en el parque tras ser desahuciados (Europa Press, 24 de septiembre de 2018)**]
    **La ley permitió esto. Algo contrario a la ley del verdadero Dios.

    37. La posibilidad de ser.
    La posibilidad de ser, que forma parte de la construcción del ser, permite la evolución de la construcción-ser en sí misma* o da lugar otras construcciones** o destrucciones***.
    *Ejemplo: La posibilidad de crecer hace que el niño crezca.
    **Ejemplo: La posibilidad de pintar un cuadro da lugar a una cons- trucción: el cuadro.
    ***Ejemplo: La posibilidad de asesinar da lugar a una destrucción: el asesinato.

    38. El significado existencial de concepto ser.
    Todo ser existe:
    Al principio creó Dios los cielos y la tierra ABRIGO confeccionado (el caco Bonifacio) con género mezclilla, gusto inglés, de elegante corte: Ptas. 62'50 El hombre en busca de agua ¡Andá!, la cartera... Enciclopedia (Mortadelo y Filemón) de la cortesía Lechugueto Las FOSFATINA FALIÈRES condecoraciones que ostenta en este retrato Mazzantini son ¡la educación en 1962! las siguientes: La Flor de Oro La Flor de Oro La Flor de Oro Sucesos culminantes La Flor de Oro Simbad La Flor de Oro el Marino fue también Walt Disney astronauta Freixenet END THE WAR IN INDOCHINA VIETNAM NOW Napoleón La Flor de Oro Gaseosa LA CASERA, la marca De no haber conocido al Doctor Guzmán que recordará con agrado Importado de Suecia SILLÓN "AIR LINE" antes 4.000 ahora 2000 Importado de Francia PARAGÜERO KAPPA ACERO INOX. antes 4.500 ahora 2000 Mi jefe quiere saber la marca El oeste sin la ley de las medias que uso ¡Siempre en forma! Michelin ZXradial Aventuras, viajes Cocorocó y dinero con Mirinda Café de primera ¡Exija Nescafé... ...porque Nescafé sí que es puro café SAN AGUSTÍN Enigmáticas TAROT imágenes Bundi de una cultura Los centrines preincaica ¡nuevo! Chocolate Tito Golgorito con leche y avellanas Nestlé GRANDES REBAJAS [Sus ojos, señorita (Espléndido Garvey) reconcilian Peripecias mexicanas a Heráclito con de un gringo Astrología de bigotes Parménides] la merienda de los hombres fuertes Me rindo, Nat. ¿quiéres ser mi esposa de verdad? ¡Oh, sí! ¡Soy tan CHAPEAU feliz! EL "ESMIRRIAU" (20 pts) Nocilla es única NOGAT producto especial mata-ratas El mata-ratas NOGAT constituye el producto la criada Juaneta más cómodo, rápido En la zona fronteriza de Nuevo México, un viejo y terrible ¡AUG! ¡Oh, Dios! bandido camiseta y braslip Ocean pretende nublar con sus fechorías la fama de bravura de un joven que, si bien era autor de algunos hechos reprobables, se había reivindicado por su valentía sin límites y eficaz para matar toda clase de ratas y ratones. El terror simbolismo de las ratas La sentencia  a su maldad ¿Cómo se vería sin esos kilos de más? Sea Vd. Tal para cual actual, ¡Siéntase joven! Luzca sin reparos su figura. El obispo Bruce Lee auxiliar (Carioco, por Conti) dirigió jefe superior de la policía una vibrante Brigitte Bardot Sr. Méndez Alanis alocución en su despacho a los asistentes a las conferencias cuaresmales. Sí, hombre, sí, es Superpí ! VAT 69 Un escocés que conquista El nuevo ESSEX de seis cilindros PIANOS A PLAZOS desde 25 ptas al mes The most beautiful girl in the world En la Residencia de estudiantes, el ilustre Botticelli poeta francés Paul Valéry a disertado ayer tarde Boxing Braque illustrated exclusive MARCIANO WILL FIGHT AGAIN acerca de Baudelaire No parece (Defensa propia, sheriff. Todos mis clientes lo vieron. No moleste a ese chico) haberte alegrado mi triunfo, Cristina, te noto triste y malhumorada... no sé. ¿qué te pasa? Es que... vi a papá en una mesa [No pensaba hacerlo, Shirley... (La mujer y el matrimonio, por Perl S. Book)] con una... ¡con una pelandrusca! (Jeff Traver era una mala bestia...) ¿El señor Bonifacio? El mismo que limpia y roba ¡Rápido! Necesito un kilo de uranio, dos cebollas, malta... bla, bla, bla...
    [En este apartado 38 todos lo escrito en cursiva constituye un collage de fragmentos* tomados de aquí, de allá y de acullá. Fuera de esta excepción, en esta Metafísica se utiliza la cursiva para clarificar un texto, para subrayar o para las citas (de las cuales  siempre es constatado el autor). No va en cursiva en este apartado 38 lo que es de mi autoría o de uso común; además de los nombres propios.]
    [*Los fragmentos en cursiva proceden de: anuncios; noticias o titulares de prensa (El correo de la UNESCOABC, Nuevo Mundo, Boxing illustrated y La Vanguardia Española); Biblia Nacar Colunga; Billy en Niño, de Alejandro Blasco; La casa de los Olmos, de J. A. de Laiglesia y M. López Blanco; Tal para cual, de Flores Lázaro (guión) y dibujante anónimo, El caco Bonifacio, de Enrich y Carioco, de Conti]

    39. El ser imaginario, el ser ficticio, existe.
    Un personaje de una novela, por ejemplo, sin ser real como el ser humano que lo creó, posee otra realidad, una realidad de otra índole. Este personaje de ficción ha surgido de la mente del autor, por eso se dice que es hijo del autor. Este personaje puede tener mayor o menor semejanza con el autor; incluso puede tener una personalidad diametralmente opuesta a la del autor al autor. Un autor virtuoso puede crear un personaje vicioso, y viceversa. Y luego está el misterio del personaje de ficción que es capaz de evolucionar por sí mismo; el misterio del personaje cuyo comportamiento sorprende al autor.
    También, por poner otro ejemplo, los personajes retratados en las pinturas existen, con una existencia distinta a la del modelo. Un retrato no es la reproducción del modelo, sino la síntesis del modelo y el artista. El retrato pictórico, objetivo (realista) o subjetivo (con un mayor o menor grado de transmutación: idealista, expresionista, cubista...) siempre es síntesis del modelo y del artista, en mayor o menor medida.

    40. El ser es un ser para sí exento de mal.
    El ser que se mueve hacia el ser exento de todo mal se mueve hacia sí exento de mal: construcción perfecta exenta de mal.
    Con estas palabras finalizaba el apartado uno, y con estas palabras finaliza la primera parte de esta Metafísica.


SEGUNDA PARTE

    1. El no ser.
    El no ser (la nada) es un pensamiento ( concepto) que expresa la ausencia de el ser (la totalidad y cada una de las partes de la totalidad).
    Es perceptible, para nosotros, la siguiente forma de ausencia parcial: una forma de ser se ausenta al transformarse en otra forma de ser.
    Hay otra forma de ausencia parcial, para nosotros: un ser está ausente cuando, existiendo, se encuentra fuera de nuestro campo de percepción. En este caso no existe ausencia, sino solo apariencia de ausencia: ausencia relativa.
    El no ser del ser total (la nada absoluta)  no es posible: ni en la actualidad ni en el futuro. Pero, ¿fue posible en el pasado? Sí, en el caso de que el ser primero se creara  a sí mismo. No, en el caso de que el ser primero (Dios creador) exista desde la eternidad; es decir, que la existencia forme parte de su esencia. De las dos posibilidades veo mucho más racional la segunda. El ser que se crea a si mismo en la nada, aun tratándose de un ser racional, resulta algo tan absurdo que hace comprensible para nuestra razón la otra opción, por más que sea también un pensamiento difícil. Pero quizá no tanto. Si un ser posee por esencia la existencia, ¿qué tiene de extraño que siempre haya existido?
    En definitiva: El no ser del ser total (la nada absoluta) no es posible: no lo fue en el pasado, no lo es en el presente ni lo será en el futuro.
    La libertad no consiste en elegir entre el ser o la nada, entre hacer o no hacer, sino en elegir entre un ser u otro ser, entre hacer una cosa u otra.
    La nada como ausencia total del ser existe como ser imaginario, ficticio.
    La nada absoluta como utopía que será es posible como pensamiento imaginario.
    La nada en sí, parcial, existe como transformación o como falta de percepción.
    La nada absoluta de aquello que hace que el ser total no sea ser total exento de mal es una utopía posible.
    Aquello, que siendo el mal no es el mal visible  (perceptible) sino la esencia del mal, el mal invisible, es la materia.
    La materia es el misterioso espíritu rebelde (el origen de la primera grieta) y la emanación de ese espíritu destructor, que anima todas las destrucciones, alma de todos los males visibles.
    Al definir de esta forma a la materia, tengo en cuenta el significado primigenio del concepto en la filosofía, en la metafísica; es decir, parto de Aristóteles (creador del concepto para la filosofía*) y de Platón (creador del concepto de tercera especie, que influyó en el concepto aristotélico de materia).
    He partido del concepto de materia aristotélico, y aun respetando su significado, lo he repensado en mi Metafísica, llegado así a mi propia concepción.
    [*Que el concepto de materia sea una creación de Aristóteles para la filosofía no significa que Aristóteles fuera el creador del concepto materia (hylé), que ya existía en el lenguaje ordinario; pero Aristóteles trajo este concepto al campo de la filosofía, transmutándolo. La utilización que se hace actualmente del término materia, tanto en filosofía como en ciencia, es fruto de la ignorancia (de los orígenes del concepto) o del desprecio (de estos orígenes).]

    2. Una ausencia parcial: una forma de ser se ausenta al transformarse en otra forma de ser.
    Ejemplo (que puede tomarse como realidad en el plano que el lector prefiera): La muerte es una ausencia; primero ausencia de vida; después cuerpo muerto, restos, polvo, tal vez cenizas. Aquí ya la transformación del cuerpo muerto en otro ser. Ausencia del cuerpo al ser este ya polvo, ceniza. Pero, en cuanto a la ausencia de vida hay algo que decir: Seguimos con el ejemplo y añadimos: hablamos del hombre (el ser humano); seguimos con el ejemplo y decimos: la vida no termina. Aunque aparenta ser una ausencia para los otros, el que cambia de estado sabe que su vida sigue estando en él, en su alma que pervive en otra dimensión, de una u otra índole según sus merecimientos.
    
    3. La pervivencia de los seres ausentes en el recuerdo y en sus obras.
    Esto es ya de una total evidencia, los muertos perviven el el recuerdo de los vivos y en sus obras. También perviven en las imágenes que de ellos conservamos: una fotografía, un retrato pictórico.
    Perdurar en las obras puede hacerse de muchas formas: en un hijo o en una obra de cualquier tipo (una fábrica textil, por ejemplo).
    Voy a referirme al perdurar en la obra artística, que es lo que más se asemeja a permanecer aquí el yo del ausente, quizá en el sentido más profundo. Porque el hijo puede parecerse a los padres (en rasgos o carácter) mucho, poco o nada; y una fábrica puede decir mucho de quién la fundó, pero... bueno, habría que pensar mucho en ello, pero lo dejaremos para otra ocasión.
    Lo que más se asemeja a permanecer aquí, quizá en el sentido más profundo, es la obra artística. Digo quizá porque la imagen audiovisual da un recuerdo muy real de lo que fue la persona: parece que está ahí, realmente; con sus gestos, con su mirada, con su voz. En muchos sentidos, la obra del artista no puede competir con esta presencia, con esta mágica ilusión. Pero tengamos en cuenta una cosa: la Gioconda allí en el Louvre es una parte importante de Leonardo (una emanación de él) ahí: viva, inmortal; no Leonardo el hombre con su risa y sus gestos, pero sí la esencia de lo mejor de su alma transmutada en mujer y  paisaje. Ante sus obras (incluso ante la reproducción de sus obras), ¿quién puede decir que Leonardo está ausente?

    4. Otra forma de ausencia parcial: el ser fuera de nuestro campo de percepción.
    Una apariencia de ausencia, sí. 
    Pero lo no percibido puede interpretarse como no ser. El caso más claro de esto es el llamado vacío. Un ser (tridimensional, para más señas) es interpretado como vacío, como no ser. Y al interpretarse el vacío como un no ser, como la nada, no queda entonces más remedio que interpretar el espacio (la tridimensionalidad) como algo independiente del ser, ya que puede existir vacío, sin ser. Interpretaciones erróneas. Porque lo cierto es que las cosas (los seres) no están en el espacio, sino que las cosas (los seres) son el espacio. La tridimensionalidad es una cualidad de los entes, de los seres. Las cosas, los entes, los seres, no están en el espacio, están en sí, tridimensionales ellos mismos. No hay vacío (no ser) en el universo físico, ni fuera del universo físico. No hay vacío, hay un ser invisible para nosotros, humanos ignorantes y científicamente atrasados por vivir en un siglo tan antiguo como el siglo XXI, siglo donde no cabe duda de que, para su época, la tecnología y la ciencia era sorprendente. Para su época. Pensaban en el siglo XXI, ese ya tan lejano siglo, que habían superado el concepto de éter de los científicos que les precedieron. Ahora se sabe que los científicos del siglo XXI estaban equivocados, que llamaban vacío al éter solo porque ellos, con su rudimentaria ciencia, no podían percibirlo. Se creían (pobres antiguos) en la cima de la sabiduría. Pecaron de soberbia, no cabe duda. Aunque no es cuestión de ser antiguo, ya que más acertaron científicos  más antiguos que los del XXI (herederos de los del siglo XX: ¡aquel siglo de barbarie, donde la ciencia creó la bomba atómica!).

    5. La nada absoluta no fue, no es y no será.
    ¿Pero no hubo un día en que los seres parciales, antes de nacer, no fueron, fueron nada?
    Lo que nace, nace por la transmutación de un ser o parte de un ser en otro ser. Lo que nace, antes era en otro estado, pero era. Lo consciente, antes de nacer, pudo ser lo inconsciente. Pero lo consciente  no era en la nada antes de nacer. No se puede ser en la nada, pues la nada es ausencia de ser. 
    Lo consciente puede ser un día ser no consciente. Ejemplo [mínimo relato de anticipación (en el plano de realidad que uno quiera)]: Satanás, ser consciente maligno, un día dejó de existir. Fue el día del triunfo del bien sobre el mal. El triunfo absoluto. Satanás dejo de existir, transmutado en otro ser, dejó de ser él. Pero no piensen que ahora Satanás habita por siempre en el no ser; el no ser no es y nada habita en lo que no es. Lo que fue Satanás es (existe). Es, pero no es el que fue, sino otro ser exento de mal.

    6. La tierra estaba confusa y vacía.
    Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía (...)
    El Génesis es un libro anterior a la filosofía (a la filosofía en el sentido estricto: la que nació en Grecia) de profunda filosofía (filosofía en el sentido amplio y más allá de la etimología de la palabra: filosofía como labor que hace visible, que saca a la luz una miniatura de lo invisible, de lo vislumbrado en el ensueño de la razón: en claroscuro: muy inclinado en este caso (Génesisel razonador ensueño en claroscuro a la parte obscura iluminadora, ciertamente.
    Si la tierra (al principio) estaba vacía, entonces ese vacío era la carencia de algo en un ser ya existente. 
    También se habla de una confusión que es igualmente una carencia: de orden. Pero la confusión por falta de orden es también una entidad.
    No hay nunca creación a partir de la nada. El ser surge del ser (de Dios); y esencia del ser (Dios y luego su creación) es existir (en una forma u otra). La posibilidad de elegir entre ser y no ser, en sentido absoluto, no existe. Solo una opción es posible: el ser. El Big Bang, explosión con la que de la nada surge el ser, es un absurdo. En una época en que los filósofos (digamos la mayoría) ya no piensan metafísicamente [algunos ni siquiera piensan filosóficamente (estos son los que tienen más éxito)], era fácil que tuviera éxito tal absurdo.

    7. Y sin embargo la nada, la nada absoluta, existe: como ficción.
     La nada absoluta existe, de acuerdo. Sí, existe porque ahora estamos aquí, en este apartado 7, en el ámbito de la ficción, o, quizá habría que decir en el ámbito de la ficción que el yo acepta como tal. Porque por ser, toda producción humana es ficción (más o menos basada en hechos reales, o al menos eso creemos o queremos creer). La nada absoluta existe, de acuerdo. Pensar en ella causa pavor: esa inmensa nada que... No, hombre, no; ¿cómo va a ser inmenso lo que nada es? Ni inmensa ni pequeña; simplemente nada. La nada absoluta existe, de acuerdo. En ella no hay placer, pero tampoco sufrimiento. La nada absoluta existe, de acuerdo. Y absolutamente nada es.
    Si vas en sueños a la nada no tendrás nada que contar a tu regreso, pues no hay nada que ver allí. De hecho, ni allí hay en la nada. La nada no tiene allí, ni aquí, ni allá, ni acullá. No es blanca, no es negra, no es mística. Tampoco es silenciosa, porque el silencio es una ausencia, tal vez un éter misterioso... 
    Y en la nada sin ser no habita ausencia, 
    y mucho menos éter misterioso.
    No hay risas y no hay llantos en la nada.
    ¡Qué paz! (si hubiera paz); pero no hay nada.
    No hay nada en esta nada que no es nada.
    No es hoy, ayer no fue, ni será nunca.
    Es solo el anti ser, el no ser nunca.
    La ausencia de las cosas, la anti vida.
    Y bien pensado, el ser cuan poco vale
    frente a esta nada que lo anula todo.
    En ti no hay mal, ni hay ti, ni hay hay, ni hay nada.
    En ti no hay bien, ni hay ti, ni hay hay, ni hay nada.
    El mal en ti no está, porque eres nada.
    El bien en ti no está porque eres nada.
    Jamás tú morirás, pues no has nacido.
    Jamás tú vivirás, pues eres nada.
    Y aunque no creo en ti nada de nada
    quisiera atrapar 
    algo 
    de tu
    (   )
    [   ]
    nada.

    8. La nada.
    (–n        ) [        a]
    [–d               *] (             «a»)
    ........................... 0 = 0
    (*anti                                       ser)
    anti ................................................. vida
    la                                                      no
                                                             «vida»
                                                             nada 
                                                             tú
                                                             de nada.

    9. No hay libertad para no ser.
    No, 
    no hay libertad para el no ser.
    En esto creo.
    En todos los niveles
    esto creo.
    No hay libertad para no ser
    mas sí para ser esto o ser aquello 
    (con las limitaciones siempre de lo humano).
    Mas si esa libertad humana no es mera apariencia,
    sino algo real, posible, 
    es por la parte suprafísica 
    que en lo humano late, 
    casi siempre dormida; 
    herencia sobrehumana del origen primero.
    Solo de Dios procede este misterio: 
    la libertad humana; 
    que escapa de la causa y el efecto 
    por la herencia divina del principio del ser; 
    por ser al Ser el hombre semejante.

    10. La materia es un espíritu que quiere no ser.
    Cuando el ser se mueve a impulsos de su voluntad, la materia, un espíritu débil pero destructivo, se limita a poner trabas. Destruyendo, la materia ha condicionado el estado actual de los seres, su geometría. La humana geometría busca la divinidad, a veces por caminos extraviados, cayendo en lo maligno. La materia destructora nos arrojó del Paraíso y es ahora causa del mal límite. La fealdad de la geometría procede de la materia. La belleza de la geometría procede de Dios. La materia condiciona la forma, pero ella no es forma. La materia no construye, solo destruye o impide la evolución de las formas hacia el bien. La materia es un espíritu débil pero sibilino y traicionero. Su fuerza reside en lo fácil que es destruir frente a la divina y compleja labor constructiva. La materia actúa sin ser vista, a traición. La materia es un ente débil y cobarde; ama lo informe y odia la geometría. Cada vez que una bella construcción se derrumba la materia ríe. Pero la materia será aniquilada y, de esta manera, en cierta forma tendrá lo que buscaba: será no ser. Relativo no ser. Toda conciencia maligna será aniquilada. Lo que antes fuera materia*, ya sin consciencia, será solo materia**. 
    [*materia en el sentido de fuerza invisible destructora y obstaculi- zadora, componente maligno de los seres físicos.]
    [**materia en el sentido de algo con lo que hacer otra cosa: sillares (piedras labradas por ángeles) para construir una catedral celeste, por ejemplo.]

    11. La materia positiva (buena)
    se llama hylé, y es forma: acumulación de formas similares.
    Hylé es el bosque, el árbol, la madera.
    La madera, el hierro, la piedra... son hylé: se diferencian por su forma.
    También los ladrillos que forman las paredes de una casa son hylé; e hylé son las letras y los signos ortográficos para los textos literarios; o los pelos hylé para el cabello. 
    Son algunos ejemplos. Hylé no es palabra equívoca, sino palabra análoga. Sigo en esto a Aristóteles. Acepto esta utilización aristotélica del término materia.
    Mas la incognoscible materia prima aristotélica, que no es la piedra, el hierro o la madera, sino algo incognoscible (común a la piedra, al hierro o a la madera) y que para Aristóteles compone, junto con la forma, de la sustancia, es para mí (para esta Metafísica) concepto prescindible así entendida.
    El ente no necesita para ser comprendido de este componente material. El ente es forma. Una esfera de piedra posee una forma general, la de su contorno esférico; y una acumulación de formas que conforman su ser de piedra. El componente materia (materia prima) es innecesario. Y la palabra sustancia puede ser sustituida por ente (existente, ser): así lo hago en esta Metafísica. Acepto, sí, algo así como una materia prima*: la materia negativa (mala): el espíritu destructivo. 
    [*algo así como una materia prima: aun siendo otra cosa, algo muy distinto a la materia prima aristotélica. Pero, aun siendo tan distinto mi concepto, de la meditación sobre el  concepto de Aristóteles procede; de esta meditación surgió.]

    12. El suicida.
    El suicida se arroja al abismo del no ser escapando del sufrimiento insoportable del ser.
    La grieta primera, la materia (la mala materia), es la madre (o el padre) de todos los suicidas.
    
    13. La palabra puede salvarnos.
    En los momentos de desesperación, la palabra puede salvarnos, porque la palabra procede de la Palabra, que es luz, y es la madre (el padre: Dios Padre) de toda luz.
    
    14. Del Evangelio de San Juan:
    Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios. El estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la abrazaron.*
    [*Biblia Nacar Colunga]


TERCERA PARTE

    1. Yo.
    Yo, yo mismo: mi yo.
    Desde mi yo he accedido al mundo, a lo otro.
    Mi yo infantil a esta situación (yo frente al mundo) se acostumbró; a esta situación acostumbraron a mi yo infantil, y en familiaridad con esta situación de yo frente al mundo, fui creciendo.
    Luego, con el tiempo (los años, la experiencia), y con la ayuda de los libros, fui tomando conciencia de mi estado. Yo frente al mundo; percibiéndolo a través de mis sentidos.
    Yo aceptaba las cosas como cosas reales frente a mí, la realidad ahí de las cosas sensibles; aceptaba la realidad de los otros, con un yo como el mío.
    También sabía de mundos más allá de este mundo, del Cielo y el Infierno, del ángel de la guarda dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día, que si tú me dejas solo yo me perdería, amén. Sabía de Jesús, que nació en un humilde pesebre, y al que un buey y una mula daban calor con su aliento. Afuera nevaba, claro, porque era Navidad, y hacía un frío que pelaba. Adornábamos el pino con las bolitas de colores y el espumillón y poníamos el nacimiento, con las montañas, las figuras, el portal de Belén, claro, con los Reyes Magos en sus camellos (mi preferido fue a veces Baltasar, otras veces Gaspar, y Melchor menos, no se por qué); arriba estaba el castillo del malvado rey Herodes.
    Pronto los rezos, y la confesión que quitaba los pecados, y la Primera Comunión, por supuesto, y la Confirmación luego. 
    Todo era más fiesta y diversión que religión, que duda cabe, pero el sentido de lo trascendente y la aceptación de lo fantástico ahí en mi yo creyente iba quedando.
    Más, simultáneamente a la experiencia de este vivir en el ámbito, en el ambiente de lo religioso, hubo otra: el descubrimiento de la literatura y el arte; literatura y arte en conviviendo en un mismo género, en un género híbrido: los tebeos, las revistas de historietas luego llamadas cómics. Estaba el TBO, el Pumby, El Jaimito, Roberto Alcázar y Pedrín, etc. Pero, sobre todo (las que desde niño más leí), fueron las revistas de Editorial Bruguera: Pulgarcito Mortadelo principalmente, que fueron las que seguí semana tras semana durante años, y luego también Tio Vivo, DDT, Din Dan... (¡ah!, y Lily, claro, que lo compraban mis hermanas y a mí me encantaba). ¡Ah!, los maravillosos tebeos... ¡esa sí fue mi religión, mi auténtica religión!: con ellos me convertí en lo que soy: un adorador del arte, de la belleza, un esteta, un amante del arte por el arte, del arte puro. Con los tebeos* nacieron todas mis vocaciones. 
    [*A los Bruguera (Francisco y Pantaleón, hijos de Juan) no les gustaba que se dijera tebeos, porque hacía pensar en el TBO, la revista de la competencia.]
    Los tebeos: ¡esta sí fue mi verdadera religión! Para mí son libros revelados, libros sagrados. Bueno, revistas y cuadernos y, luego, libros. Porque también (pronto) estuvieron los libros: los maravillosos libros (álbumes) de tapa dura (cartoné): Mortadelo y FilemónEl sulfato atómico, Zipi y Zape: Aprendices al tun tun, La Escuadrilla de las Cigüeñas (una aventura de Michel Tanguy), Fort Navajo (una aventura del teniente Blueberry), Astérix y los normandos, El Capitán Trueno...