Los artistas de vanguardia (ver reportaje)
ENSAYOS SOBRE LA VANGUARDIA
Por Pedro Fernández Cuesta
1. Los artistas de vanguardia, herederos de
los bohemios del siglo XIX, vivieron como marginados con los marginados. El
marginado es el no integrado. Pero los no integrados vanguardistas fueron
grandes integradores de lo marginal. Lo hicieron con su arte, tanto por los
aspectos formales como por los tremas de sus obras. Eran los herederos de la
bohemia romántica, los vanguardistas que, en París, vivían en Montmartre o en
Montparnasse. Allí se juntaban artistas pobres, automarginados o marginados,
una gran parte de ellos emigrantes. Muchos de ellos judíos: Modigliani,
Chagall, Kisling y Soutine son los más conocidos. Y ser judío no era lo más
adecuado para integrarse en un país donde existía un antisemitismo latente, que
ya se había manifestado en el caso Dreyfus y luego se mostraría, con brutal
crudeza, en el régimen de Vichy. Pero lo cierto es que es aquel París al que
llegó Picasso en 1900 se respiraba una libertad inusitada.
Los artistas bohemios, marginales por
elección (aunque esta afirmación necesitaría matizaciones) se identificarán con
los marginados reales, y estos, a su vez, se mimetizarán muchas veces con los
bohemios. Así, quienes habían sido motivo, inspiración o tema para el arte, se
transmutarán en parte activa del mundo del arte vanguardista, como Camille
Bombois, que de forzudo de circo se transmutó en pintor; o Clovis Sagot, que de
payaso se transmutó en marchante de arte; o Suzanne Valadon, que de trapecista
de circo pasó a modelo de artistas para acabar siendo ella misma una gran
pintora.
En ‹‹El vino de los traperos››, poema
de Baudelaire, se nos habla de un marginado social que se siente un bohemio, un
rebelde. El filósofo Walter Benjamin ha comentado brillantemente este poema.
En su bohemia parisina, que descendía de
la bohemia de Baudelaire, Picasso retrató, en su época azul y rosa, a todos los
marginados; y lo hizo de forma romántica; si se quiere, como un simbolista.
Sobre todo en las pinturas de la época azul, se siente el frío, la tristeza, la
pobreza, la melancolía… No es retórica. Cuando se pintaron estas obras, en la
vida de Picasso había frío, tristeza, pobreza, melancolía…
Se ha mencionado a Camille Bombois; es un
artista naïf (ingenuo). En aquella época, los pintores de esta categoría eran
el hazmerreir de la gente. Cuando no eran absolutamente ignorados. Picasso
valoró, admiró el arte naïf cuando prácticamente nadie lo hacía. Quedó
deslumbrado por aquel cuadro: ‹‹Me obsesionó››, cuenta el propio Picasso,
‹‹desde el momento en que lo vi. Iba por la calle de los Martyrs. Delante de una
tienda de objetos de segunda mano, vi un montón de cuadros. Destacaba una
cabeza, un rostro de mujer con la mirada dura… Había en el cuadro penetración
francesa, claridad, decisión. Un lienzo grande. Pregunté el precio. El
comerciante contestó: Cinco francos, puede pintar encima. Es uno de los más
reveladores retratos psicológicos franceses››. Aquel cuadro, que de esta forma
elogia Picasso, era el retrato de una maestra de escuela polaca, Yadwigha, y su
autor era Henri Rousseau.
En 1905, Vlaminck, el pintor fauvista
(‹‹el sol ardía››) entra en un bar. Y allí, mientras toma un vino blanco con
soda, se fija en tres esculturas africanas entre botellas, en el estante. Antes
ya había visto esculturas africanas en el Museo Trocadero, con Derain; pero
entonces no había sido capaz, ni tampoco su amigo, de ver arte en aquellos
fetiches bárbaros. Dice Vlaminck: ‹‹¿Sería quizá porque había estado trabajando
entre dos y tres horas a pleno sol? (…) En cualquier caso, las tres esculturas
me impresionaron. Me di cuenta del poder que contenían. Ellas me revelaron el
arte negro.››
Después, otros artistas admirarían también
este arte, en una época en que no se apreciaba en él otra cosa que curiosidad
exótica, etnológica, o puro y simple salvajismo.
Picasso no solo apreció el arte africano,
sino que este influyó poderosamente en su obra.
Paul Klee, el pintor germano-suizo,
realizó gran parte de su obra influido por el arte infantil, como también hizo
Joan Miró.
En el almanaque del grupo expresionista
berlinés ‹‹El jinete azul››, publicado en 1912, aparecen dibujos infantiles
junto con un texto de Franz Marc, donde se los ensalza como auténtico arte
creativo. Y Kandinsky, fundador del grupo junto con Marc, se lamentó en cierta ocasión:
‹‹La enseñanza académica garantiza la destrucción del poder creativo del niño››.
De forma errónea se pensó, durante mucho
tiempo, que el arte de vanguardia era la antítesis del impresionismo. Nada más
inexacto. Es obvio que el vanguardismo (fauvismo, cubismo, expresionismo, etc.)
es otra cosa que el impresionismo, pero es también su heredero.
Hay cuatro pintores que son un puente
entre el impresionismo y la vanguardia: Van Gogh, Gauguin, Cézanne y
Toulouse-Lautrec.
Van Gogh siempre fue un inadaptado social,
que sufrió, además, una grave perturbación mental.
Gauguin fue un burgués que, arruinado por
una crisis económica, acabó siendo un inadaptado, identificándose con grupos étnicos
oprimidos a los que defendió frente al poder establecido. Su empatía con las
culturas ingenuas o primitivas hizo que su obra (pictórica y escultórica)
recibiera la impronta del arte de estos pueblos: Pensemos en el ‹‹Cristo amarillo››,
influido por una talla ingenua del siglo XVII, en Pont-Aven (Bretaña); o
pensemos en las pinturas y esculturas que realizó en las islas del Pacífico.
Cézanne pertenecía a una familia
acomodada, pero su obra no era comprendida. Él creó un lenguaje artístico de
gran originalidad, que fue esencial para el surgimiento del cubismo. Pero hasta
su mejor amigo, Zola, le ridiculizará en su novela ‹‹La obra››, mostrándole
como ejemplo de artista fracasado, que quiere pero no puede.
En cuanto a Toulouse-Lautrec, digamos que
fue un inadaptado no por su posición social, pues era un aristócrata, sino por su
aspecto físico.
Pero si hay un artista que, en lo formal, elevó
los más humildes objetos, lo más pobre y deleznable a la categoría de arte,
este fue Kurt Schwitters, el dadaísta, con sus obras construidas a base de los
más inverosímiles desperdicios.
Y así, empequeñeciéndose como niños, los
artistas de vanguardia se hicieron grandes, alcanzando el Reino del Arte.