HiSTORIA DE LA LITERATURA: DE LAS DESVENTURAS DE GETHE A LA BALADA DE C. 3.3.



Pintura de Margaret Brundage


Pedro Fernández Cuesta

HISTORIA DE LA LITERATURA
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De las desventuras de Goethe a la balada de C. 3. 3.


    1. Las desventuras de Goethe.
    Johann Wolfgang Goethe (según Eckermann) dice: «Me han presentado siempre como un hombre extraordinariamente favorecido por la suerte: no quiero quejarme ni maldecir el destino de mi vida. Pero, en substancia, mi vida no ha sido otra cosa que fatiga y trabajo, y puedo asegurar que en los setenta y cinco años que llevo en el mundo no habré gozado cuatro semanas de una dicha propiamente tal. Mi vida ha sido el constante rodar de una piedra que quería siempre volver a erguirse.»*
    [*Juan Pedro Eckermann, Conversaciones con Goethe, tomo 1; traducción de J. Pérez Bances; Calpe, Madrid, 1920; página 102.]
    Johann Wolfgang Goethe nació en 1749 en Fráncfort (las murallas, los tejados picudos, las enseñas de hierro forjado, las diligencias recorriendo las calles...). Nació hijo de un burgués de modestos orígenes y la hija del burgomaestre de Fráncfort: él (el padre), Juan Caspar, era  hombre culto, universitario (Leyes), consejero público, serio, severo y racionalista (Descartes, Leibniz, Wolff...); ella (la madre), Catharina Elisabeth (descendiente de Lucas Cranach), era mucho más joven que su esposo, mística (pietista), alegre, amable, de escasa formación (pero ávida lectora) y muy imaginativa. Tanto al padre como a la madre les gustaban escribir. En todas las cosas de la Creación hay un parentesco profundo, desde el arcángel hasta el último grano de polvo, y ni la mente más encumbrada logra saber donde acaba una especie y comienza otra. Esto, que podía haberlo firmado Johann, lo escribió su padre. La madre nos ha dejado en sus escritos muchos recuerdos de su hijo.
    Johann Wolfgang (al que en adelante llamaremos llamar aquí por su apellido: Goethe) fue el mayor de seis hermanos. Cornelia, un año menor que Goethe, murió joven, cuando llevaba poco tiempo casada. Los otros cuatro hermanos murieron en la niñez, a muy corta edad. 
    Juan Gaspar decidió educar a sus hijos en el hogar, con profesores particulares.
    El amor de Goethe por el poeta Klopstock lo heredó de su madre. Su padre no apreciaba a Klopstock.
    Goethe fue un niño solitario. Y travieso: un día, primero por iniciativa propia y luego animado por unos vecinitos, arrojo un par de vajillas de alfarería (una de juguete y otra auténtica) por la ventana: «(...) lancé una pieza a la calle y me alborocé al ver cuán alegremente se rompía.»*, escribió Goethe.
    [*Goethe, Poesía y verdad, primera parte, libro I, traducción Rosa Sala Rose, Alba Editorial, 2017.] 
    Goethe estuvo muy unido a su hermana Cornelia, a la que retrató: Goethe  siempre practicó el dibujo.
    El padre tenía una buena biblioteca, que aprovecharía para su formación el joven Goethe. Pero antes de la biblioteca paterna estuvo su madre, alentando con sus cuentos la imaginación del  niño. Si de su padre aprehendió sólidos principios, con su madre aprendió a soñar. También con Cornelia, otra discípula de mamá Catharina en la escuela hogareña del soñar, a soñar aprehendió Goethe.
    Y así ya estaba preparado para la tempestad y el ímpetu. Sturm und drang (Temestad e ímpetu): el movimiento prerromántico y ultra- rromántico. El jovencísimo Goethe se unió a Hamann y a Herder en este movimiento que, frente a tanta ilustración y tanto raciona- lismo, oponía poesía, intuición, genio, espíritu... y lo hacía de forma impetuosa, briosa, juvenil.
    Para cuando la tempestad y el ímpetu irrumpieron en su vida, él, Goethe, ya estaba preparado: por los cuentos de su madre y por el pietismo de su madre y de una amiga de su madre. Luego fue decisiva la influencia que sobre él ejercieron Johann Gottfried von Herder y Johann Georg Hamann.
    En 1765 Goethe había comenzado Derecho en Leipzing, pero enfermó gravemente y hubo de interrumpir sus estudios, regresando a Fráncfort. Allí, ahíto de mística pietista* (la de su madre y la amiga de su madre: Susanne Katharina von Klettenberg*) escribió sus primeros poemas. 
    [*El pietismo era una corriente dentro de la religión protestante, que entroncaba con la mística.]
    [*A esta mujer (que le dio cuidado, afecto y consuelo durante su grave enfermedad) se refiere Goethe, sin decir su nombre, en su Werther: «Jamás olvidaré su persona, jamás su firme inteligencia y su paciencia divina.»*]
    [*Las penas del joven Werther, libro primero, 17 de mayo, traducción de Isabel Hernández González, Editorial Alba (Alba Clásica), Barcelona, 2011.]
    Ya repuesto de la enfermedad prosiguió sus estudios, esta vez en Estrasburgo; estamos en 1770. Y es aquí, en Estrasburgo, donde conoce a Herder, que era cinco años mayor que él, y que sobre él ejercería una gran influencia. Goethe y Herder se conocieron en una fonda, Al Espíritu, donde ambos se habían alojado. Herder, filósofo y poeta, era ya entonces un reputado escritor, y por él conoció Goethe con Hamann. 
    En 1770 Goethe presentó una tesis sobre derecho canónico, que fue considerada como teológicamente incorrecta. Tuvo que retirarla por expresa recomendación del Decano, por lo que se conformó con obtener el grado de licenciado, que entonces tenía el mismo rango que el de doctor, y quien lo poseía podía ser llamado doctor. En fin, líos kafkianos.]
    Herder inició a Goethe en la cultura popular alemana, en el medievo y en William Shakespeare.
    Goethe, ahíto de amor a lo medieval, escribió un ensayo titulado De arquitectura alemana*, donde habló con entusiástica admiración de la catedral gótica de Estrasburgo. 
    [*Este ensayo, publicado primero en forma de cuadernillo independiente, fue incluido luego en Sobre la manera y el arte alemanes (1773), de Herder.]
    Los tempestuosos sentían también entusiástica admiración por un gran bardo medieval: Ossian*.
    [*Luego resultó que tras el tal Ossian se ocultaba un falsificador: el poeta James Mc Person.]
    El tempestuoso  Hamann aportó al movimiento su interpretación de la Biblia. La Biblia era para Hamann poesía, y de ahí concluía que la poesía era el lenguaje de lo sagrado. La poesía era para Hamann una forma de religión; un lenguaje divino.*
    [*Hamann estudió Derecho y Teología en Königsberg.]
    En 1773, el ya abogado Goethe publica Gotz von  Berlichingen*, y al año siguiente Las desventuras del joven Werther (también traducido como Las penas del joven Werther).
    [*Goethe comenzó a escribir este drama en 1771.]
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    Götz von Berlichingen trata sobre aquel cuyo nombre da título a la obra. Goethe se basa para esta obra, que es drama teatral, en la autobiografía del propio Götz von Berlichingen, señor feudal que vivió entre los siglos XV y XVI.
    El señor feudal Götz es llamado el de la mano de hierro, y no metafóricamente, pues su mano derecha (que perdió en la guerra) es ahora de hierro. Götz, por defender su derecho de señor de la guerra independiente, se enfrenta al emperador Maximiliano, que (en 1495) ha suspendido tal derecho. Y así, Götz entra en guerra con el Obispo de Bamberg, que al imperio representa. El resultado es la derrota y el encarcelamiento Götz. Luego, más adelante, ya liberado, se pone a la cabeza de unos campesinos rebeldes. Al final, Götz muere en prisión, con la palabra ¡libertad! en los labios.
    «Götz. ¡Dios todopoderoso! ¡Qué bien se siente uno bajo tu cielo! ¡Qué libre! ¿Los árboles echan sus yemas, y todo el mundo tiene esperanza. Adiós, queridos míos; mis raíces están cortadas, mis fuerzas se hunden hacia la tumba.» Y luego, por último: «¡Darme un sorbo de agua!... Aire del cielo... ¡Libertad, libertad! (Muere.)»*
    [*Götz von Berlichingen, quinto acto: jardincillo junto a la cárcel; traducción de José María Valverde.]
    La obra Götz von Berlichingen trata, pues, de un rebelde, Götz von Berlichingen.
    En el drama Götz (simplifiquemos así el título) alienta el espíritu de rebeldía del Sturm und Drag.
    Goethe basa el drama en la autobiografía de Götz, pero no con total fidelidad, pues los personajes reales conviven con otros de ficción.
    Mas la ficción refleja también otra realidad: en el drama, una aventura amorosa de Weislingen (personaje ficticio que se codea con los históricos) es reflejo de una aventura amorosa del autor, del propio Goethe. Aventura en la que Weislinger-Goethe no queda (no quedan) como trigo limpio. Goethe se justificó hablando de literatura como confesión expiatoria, como expiación de una falta: promesa de matrimonio incumplida; las del joven Johann Wolfgang a la joven Friedrike, la hija del vicario. María* en el drama.
    [*María tiene como contrafigura, en el drama, a la pérfida y seductora Adelheid.]
    Goethe escribió este drama histórico en solo seis semanas, impetuosamente. A medida que lo iba escribiendo, se lo iba leyendo a su hermana Cornelia. El drama manuscrito no fue del gusto de Herder, lo que llevó a Goethe a efectuar algunos cambios.
    El título completo de la primera edición fue Götz von Berlichingen, el de la Mano de Hierro: drama.
    En Götz, Goethe está bajo el influjo de Shakespeare. Influjo negativo, según Herder cuando lee el manuscrito. Mas luego Herder se pondrá a favor del drama. Al Emperador Federico II de Prusia no le gustó la obra.
    El Götz es drama muy extenso. En 1804 se representó integro, pero como duraba seis horas se dividió en dos sesiones. Antes se había representado en versiones resumidas. El drama se había estrenado en 1774, al año siguiente de su publicación, en un teatro de Berlín (Berniner Comödienhaus); la dirección estuvo a cargo de Heinrich Gottfried Koch.
    Los diálogos del Götz son realmente buenos, sin duda. El Götz es rico en coloquialismos y dialectismos, cosa que ha dificultado las traducciones. En el tercer acto del drama aparece una expresión popular, er kann mich im Arsche lecken!*, que Cansinos Asséns censuró en su traducción.
    [*Entre censurar o no censurar (that is the question), yo opto, a lo Aristóteles, por un término medio: dejar la expresión en alemán.]
    En este drama, Goethe se opone radicalmente a las tres unidades clásicas: lugar, tiempo y acción. En Götz no hay un lugar, sino más de cincuenta lugares. Los cambios de acción-lugar son a veces tan rápidos que, más que ante un libreto de teatro, parece que nos encontramos ante un guión cinematográfico.
    En definitiva: un drama muy romántico en los orígenes del movimiento romántico; muy tempestuoso, muy impetuoso, lleno de sentimientos elevados, bajas pasiones, amores traicionados, gitanos, envenenamientos... y muchas cosas más.
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    Las desventuras del joven Werther son las desventuras del joven Goethe transmutadas en novela, en ficción basada en hechos reales. Desventuras del joven Goethe que, en la transmutación, se mezclan con las desventuras de trágico fin de otro joven.
    Es decir, la novela está basada en dos historias reales: 
    La primera: El joven Goethe se enamora perdidamente de Charlotte Buff, prometida de su amigo Johann Christian Kestner. Los amores de Goethe no son correspondidos, por lo que el apenado joven llega a pensar en el suicidio.
    La segunda: Otro joven enamorado no correspondido, Karl Wilhelm Jerusalem, se suicida. Lo hace con una pistola que le había prestado Kestner. 
    Kestner y Jerusalem eran, como Goethe, abogados en prácticas.
    Las desventuras del joven Werther, en los orígenes del movimiento romántico, es lo que hoy se llama vulgarmente una novela romántica, en el sentido de una novela de amor. Werther (vamos a simplificar así el título de la novela) puede ser calificado, sin duda, de novela de amor. Y, sin embargo, las diferencias entre Werther y esas novelas que figuran en la sección de novela romántica es abismal (sería como comparar un lied de Beethoven con una canción de Julio Iglesias). Aun así (dicho con términos aristotélicos) el concepto de novela romántica, que igual puede aplicarse a Werther de Goethe que a Espero un marido rico de Corín Tellado, no es un concepto equívoco; tampoco, desde luego, un concepto unívoco; pero si un concepto análogo. Mas, insisto, la diferencia es abismal, incluso en el esquema argumental básico: chico conoce chica y se enamora de ella, pero hay un impedimento al amor. Esto pasa en Werther, y hasta aquí el esquema argumental de Werther, novela de alta cultura, coincide con el esquema de una novela rosa de Corín Tellado. Pero en el esquema de la novela rosa el impedimento, el obstáculo, se supera; al lector se le ofrece el final feliz que desea. Aquí el obstáculo es insuperable, y no solo porque la deseada esté casada, sino porque no está enamorada del protagonista*. El final se resuelve entonces de forma trágica, con el suicidio del joven.
    [*Aunque es cierto que este punto, en una atenta lectura, no queda tan claro, pues uno puede preguntarse: ¿ella no está enamorada de él o no quiere estarlo?]  
    La historia de amor que termina mal tiene una larga tradición. En la tradición germánica, sin ir más lejos, tenemos los amores de Tristán e Isolda.*
    [*La ópera de Wagner sobre esta leyenda llevó a muchos jóvenes, al igual que el Werther de Goethe, al suicidio.]
    Otros ejemplo de amor trágico en la literatura son La Celestina, de Fernando de Rojas, y Romeo y Julieta de Shakespeare. Dos amores trágicos por siempre en la memoria de los hombres.
    Con posterioridad al Werther de Goethe la literatura dio otras célebres novelas de amores trágicos: La dama de las camelias de Alexandre Dumas hijo es de 1848; y de 1851 es Escenas de la vida bohemia, de Henri Murger. Por ejemplo.
    Esto demuestra que las novelas de amor que terminan mal pueden ser también muy populares.
    De hecho Werther fue lo que hoy llamamos superventas. El mismo año en que la novela fue editada (1774, como se ha dicho) tuvo ya dos reimpresiones.  Al año siguiente (1775) la novela fue prohibida por la Comisión del libro, que consideró que la obra atentaba contra la moral. Cuando la novela pudo ser editada de nuevo (con dos grabados de Nikolaus Chodowiecki*) el éxito fue fulminante: fue el libro más vendido de Alemania.
    [*Los grabados de Chodowiecki se incrementaron en posteriores ediciones.]
    Werther o la realidad transmutada: Porque Goethe trasmuta lo que la realidad le da, y lo hace poéticamente. El lenguaje de Goethe es, en Werther, poético. En la prosa de Werther alienta la poesía. 
    Habla Goethe (según Eckermann): «No se diga que a la realidad le falta interés poético; pues precisamente el poeta se muestra en que tiene espíritu suficiente para encontrar el aspecto interesante de un asunto corriente. La realidad debe suministrar los motivos, la materia a expresar, el núcleo de la obra; la tarea del poeta es construir con todo ello un conjunto bellamente animado.»*
    [*Juan Pedro Eckermann, Conversaciones con Goethe, tomo 1; Calpe, 1920, página 56.]
    «Con el mayor cuidado he ido reuniendo todo cuando pude recoger de la historia del desgraciado Werther. Y hoy te ofrezco, lector, este relato, en la plena seguridad de que me lo vas a agradecer. Por lo menos no podrás negar tu admiración ante su espíritu, ni tu amor ante su carácter, ni tus lágrimas ante su suerte. Si tu alma sensible se siente oprimida bajo idénticas penas que las que oprimieron el alma de Werther, busca tu consuelo en sus sufrimientos, y que este libro se convierta en tu amigo, si el destino o tu misma necesidad no te permiten dar con otro más a tu alcance.»
    Así comienza Werther, que fue la primera obra de Goethe que leí; y lo hice en un libro que saqué de una biblioteca. Era el año 1881. Aquel libro era una bonita edición con tapas rojas. A principios del presente siglo encontré, el una librería de viejo, aquella edición de tapas rojas donde leí el Werther por vez primera. Fue una agradable sorpresa, sin duda. La anterior cita del Werther (el comienzo de la novela) pertenece a aquel (este) libro de tapas rojas, que aquí tengo entre mis manos: J. W. Goethe, Las desventuras del joven Werther; Editorial Apolo, colección «Freya», traducción directa del alemán de Editorial Apolo; Editorial Apolo, Barcelona, 1940. Aquel (este aquí ahora) libro de tapas rojas lo compré en la librería Rivas, en Salamanca. Luego, con mi adquisición, caminé hasta la plaza de Anaya, donde se alza la catedral (que son dos catedrales, estrechamente unidas). Sentado en las escaleras del Palacio de Anaya, allí a pesar del frío, empecé a leer (a releer) el libro. Era Enero de 2007.
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    Clavijo se publicó, como Werther, es 1774.*
    [*Goethe publica el drama mientras quiere abrirse camino como abogado en Fráncfort, su ciudad natal.]
    En el drama Clavijo (cuya acción se desarrolla en Madrid) asistimos también, como en Götz, a una traición amorosa: En Götz el traidor se llamaba Weislingen, aquí se llama Clavijo. La traicionada, en ambos dramas, se llama María. Aquella traición que, en Götz era un episodio secundario, deviene aquí tema principal de la obra. Ya se dijo que el tema de la traición amorosa reflejaba un hecho autobiográfico, un hecho que hacía que a Goethe le remordiera la conciencia: La promesa incumplida de matrimonio a Friedrike*. Esta obra, como la anterior, quiso ser una catarsis.
    [*Friedrike Brion estuvo pensando en quitarse la vida. Después le tocaría a Goethe estar al borde del suicidio, como ya se ha visto.]
    Al igual que Götz, Clavijo se basa en una autobiografía: las memorias del escritor Beaumarchais*, que acababan de publicarse.
    [*Beaumarchais es conocido, sobre todo, por la versión de Mozart de una de sus obras: Las bodas de Fígaro (1786); y por la no menos conocida versión de Rossini de otra de sus obras: El barbero de Sevilla (1816).]
    El pérfido español Clavijo había roto una promesa de matrimonio, siendo la víctima la propia hermana Beaumarchais. Esto nos lo cuenta este escritor francés en el cuarto tomo de sus memorias.
    El drama Clavijo es una tragedia burguesa, un drama del ya entonces muy avanzado siglo XVIII, en aquel siglo ambientada.
    Tanto Beaumarchais como su hermana serían,  pues, personajes de este drama, donde Goethe se toma muchas libertades, al igual que en Götz, respecto a la fuente autobiográfica original: en el drama, Beaumarchais atraviesa con su espada a Clavijo, vengando así a su hermana Marie, que había muerto de amor (más bien habría que decir de desamor) al saberse traicionada. Todo inventado. Al conocer la obra de Goethe, Beaumarchais opinó que el alemán tenía la cabeza vacía.
    Goethe escribió Clavijo en menos de ocho días; un amigo suyo, Merk,  calificó el drama de bazofia.
    Quizá no sea un drama de la enjundia de Götz, pero es tan impetuoso y tempestuoso que resulta contundente. Al menos para mí, que me gustan los dramas románticos exagerados.
    «Beaumarchais. ¡Sangre! Levanta la mirada, Marie, mira tus galas de novia, y luego cierra los ojos para siempre. ¡Mira cómo he consagrado tu lugar de reposo con la sangre de tu asesino!»*
    [*Goethe, Clavijo, quinto acto; traducción de José María Valverde.]
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    Al año siguiente a la publicación de Clavijo asistimos a otro fracaso amoroso de Goethe: Ha de romper con Lili Schönemann, la hija de un banquero con la que se había comprometido.
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    Stella, una obra de teatro para enamorados en cinco actos, data de 1775. Esta versión se estrenó en Hamburgo en 1776, y ese mismo fue publicada.
    Una segunda versión* de Stella se estrenó en 1806, en Weimar, imprimiéndose en 1816.
    [*Someter sus obras a modificaciones fue una constante en el hacer de Goethe.] 
    Esta obra fue inspirada a Goethe por una leyenda medieval: la del polígamo caballero de las dos esposas, cuya lápida puede verse en la catedral de Erfurt. La leyenda del tal caballero polígamo es esta: habiendo caído prisionero en la Cruzada, la hija de un sultán se enamora de él, le libera, y ambos escapan juntos. El Papa acabó legitimando su peculiar (polígamo) estado. Este tema de la poligamia es tratado, en la tragedia de Goethe, en época actual (en aquella época actual): o sea, una tragedia burguesa.
    El final feliz de la primera versión resultó escandaloso: ¿poligamia sin castigo?; mientras que el final de la segunda versión, con el típico suicidio goethiano por partida doble (veneno y pistola) ya gustó más. Una constante en Goethe: el suicidio, que con el tiempo se convertirá en una constante del romanticismo.
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    Después de la publicación de Stella, habiendo sido requeridos sus servicios por Carlos Augusto, príncipe heredero, Goethe marcha a Weimar, ciudad que será su residencia definitiva.
    Allí en Weimar, en torno a la madre de Carlos Augusto, Ana Amalia de Brunswick Wolfenbüttel, se había creado un círculo cultural, del que Goethe  formaría parte junto con Wieland (preceptor de Carlos Augusto), Schiller, Klinger, Herder, etcétera.
    Goethe fue, en la corte de Weimar, consejero y ministro. También se ocupó de la Biblioteca ducal, y, de 1791 a 1813, del teatro* de la corte. Estando al frente de esta última tarea, se estrenó en Weimar El príncipe constante, de Pedro Calderón de la Barca. Y fue su cargo de director del teatro de la corte lo que propició su amistad con Schiller. 
    [*Goethe amaba el teatro desde que, siendo niño, recibiera como regalo un teatrillo de marionetas. Teatrillo que puede hoy verse en la casa donde nació el escritor, en Frankfurt. A muy temprana edad (contaba unos trece años) Goethe, que ya había aplaudido a Racine y a Molière en escena, escribió una obra propia, sobre el fin de Belsazar, el blasfemo rey babilónico. El tema del teatro aparecerá en 1777 en su Wilhelm Meister]
    Fue en Weimar cuando surgió el Goethe científico (que algunos han tildado de pseudocientífico): química, geología, osteología, teoría de los colores... Sus intereses científicos le inspiraron un poema: Metamorfosis de las plantas.
    En su largo periodo de Weimar también escribirá poemas, como los que le inspiran Charlotte von Stein.
    En Weimar perteneció Goethe, desde 1780, a una logia masónica: la Logia Amalia.
    Y en Weimar acabará viviendo, fuera del matrimonio, con Chistiane Vulpius, mucho más joven que él y de extracción social popular . Con ella tuvo cinco hijos, pero cuatro de ellos vivirían solo unos días. El que quedó como hijo único de Goethe, Julius Augustus Walther, fue legitimado por este en 1800. Julius Augustus Walter moriría joven, a los treinta años.
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    Elegías romanas fue un importante fruto de un viaje decisivo.
    Decisivo para la obra de Goethe fue su viaje a Italia, de 1786 a 1788, pues dio lugar a su periodo clásico. Periodo en el que Goethe no solo dejó atrás su prerromanticismo tempestuoso e impetuoso, sino que en buena medida renegó de él. De este viaje surgieron sus Elegías romanas, escritas en métrica clasicista, donde hay constantes referencias a los amores (o más bien amoríos) del escritor. También de este viaje surgió un libro de viajes: Viajes italianos.
    En este viaje Goethe residirá sobre todo en Roma, pero también en Sicilia.
    Con su nueva etapa clasicista, Goethe se suma al sueño nostálgico de Winckelman, a la añoranza de un época, la antigüedad clásica, no por idealizada y mitificada menos real y grandiosa. En Italia, surge en Goethe con fuerza el amor a la forma. El amor a una pureza (la de la antigüedad clásica) intemporal.
    En sus Elegías romanas, Goethe puede decir:
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    Ya antes del viaje a Italia, Goethe trabajaba en tres dramas: Ifigenia, Egmont y Fausto. Al entrar en el nuevo ámbito de lo clásico, Goethe transmuto clásicamente dichos dramas.
    Hablaremos, de uno en uno, de estos y otros dramas y de otras obras de Goethe. 
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    Ifigenia en Táurideescrita en endecasílabo blanco,
    Nausicaa es un drama cásico inspirado en Homero.
    Torcuato Tasso es un drama de carácter más romántico en cuanto al tema, pero en estilo clasicista, en verso.
    Egmont es un drama histórico donde Goethe, como de costumbre, se toma todas las libertades que quiere con la historia. El tema es la rebelión de los flamencos contra el imperio español. El tema similar, pues, al de Götz: un canto a la rebeldía, a la libertad.
    Epigramas venecianos es una obra inspirada en un nuevo viaje a Italia que Goethe realizó en 1790, esta vez a Venecia. En los Epigramas venecianos el poeta se explayó en lo erótico, y tomó postura sobre el cristianismo y la Revolución Francesa.
    Hermann y Dorotea, de 1798, es una novela en verso.
    Fausto consta de dos partes, o si se prefiere, de dos versiones. La primera data de 1808. La segunda se publicó póstumamente en 1832, el mismo año de la muerte de Goethe.
    Fausto fue ilustrado por el pintor Eugene Delacroix, que también nos ha dejado un retrato de Goethe (una litografía).
    Las afinidades electivas de 1809, es, como Werther, otra novela sobre el amor y la muerte: sobre el amor que lleva a la muerte. Trata de dos atracciones de distinta índole: la de Eduardo por Otilia y la de Charlotte, la mujer de Eduardo, por el Capitán. La atracción de Eduardo por la joven Otilia desencadenará el fin trágico.
    Viajes italianos (1816)
    Diván de Oriente y Occidente es de 1819.
    Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1821) es lo que se ha dado en llamar una novela de formación (bildungsroman). Y no solo eso: la novela Años de aprendizaje (vamos ha simplificar así el título) está considerada como la esencia del bildungsroman. Su acción se desarrolla en la época del propio Goethe, pero años antes de la fecha en que la novela fue publicada.
    El origen de la novela de formación propiamente dicha se ha querido ver en la novela Agathon, de Christoph Martin Wieland, cuya primera versión fue publicada en 1767*. El proceso de formación (como su propio nombre indica) de un individuo, de su forma de ser, es lo que nos muestra este género novelístico.
[*La segunda versión se publicó en 1773, y la tercera en 1774.]
    Si uno quiere rastrear remotos precedentes de la novela de formación puede llegar, viajando atrás en el tiempo, al menos a la novela picaresca, y muy especialmente a la novela picaresca germánica. Estoy pensando en el Simplicissimus de Grimmelhausen.
    Novelas de formación propiamente dichas, aparte de la mencionada Agathon de Wieland, serían: Anton Reiser (1790), de Karl Philipp Moritz; Heinrich von Ofterdingen (1804), de Novalis; La edad del pavo (1804: primera parte, 1805: segunda parte), de Jean Paul Richter; El verano tardío (1857), de Adalbert Stifter; Enrique el Verde (1854: primera parte, 1855: segunda parte), de Gottfried Keller; La montaña mágica (1924) de Thomas Mann; América (1927), de Franz Kafka; El hombre sin atributos (1930), de Robert Musil o El juego de los abalorios (1943) se Hermann Hesse. 
    El primero en usar el célebre nombre (célebre en su ámbito) fue Karl Morgenstern, y lo hizo en una conferencia de 1813, que apareció publicada unos años después (1817) en una revista. Para Morgestern la novela de formación es eso que se ha dicho: la formación de un individuo; pero no solo eso: es también el perfeccionamiento de un individuo: el protagonista de la novela. Y aún más: para Morgenstern no es solo el protagonista de la novela el que se forma, sino que también el lector se forma con su ejemplo. Vista así, la novela de formación se muestra como una novela edificante. Años de aprendizaje es, para Morgenstern, paradigma del género; uno de sus más granados frutos.
    Yo definiría la novela de formación como la expresión de la confluencia entre el yo (del protagonista) y todo lo demás (el mundo en torno) y del resultado que surge de esa confluencia. En la novela de formación el protagonista, al terminar la novela, ya no es (en algo esencial) el que era: ha cambiado; y se supone (según Morgenstern o según Goethe) que para bien. 
    Y de pronto pienso en una novela publicada en la segunda década del XIX: Heidi. Sí, Heidi; la novela en que se basó aquella famosa serie de televisión. Porque la novela de la suiza Johanna Spiry es una novela de formación. Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister tuvo una segunda parte, titulada Los años de peregrinación de Wilhelm Meister. El título original* de Heidi (1880) es: Los años de aprendizaje y peregrinación de Heidi.*
    [*La traducción al castellano del título original, se entiende.]
    [*Al año siguiente se publicó la segunda parte de la novela, titulada Heidi pone en práctica todo lo que ha aprendido. Hoy la primera parte es conocida por Heidi, y la segunda parte por Otra vez Heidi. Las dos partes suelen publicarse juntas con el título Heidi.]
    Y de pronto pienso en una novela del siglo XX olvidada, nunca tomada en consideración en las historias de la literatura, y que es toda una novela de formación (incorrecta donde las haya para la actual corrección): la para mí (en mi interpretación personal de corte dadaísta) mítica Dios hablará esta noche, del belga Jean Marie de Buck: una novela importante ¡determinante! en mi proceso de formación, quizá (y sin quizá) porque no tome en serio su "recado" pero, al mismo tiempo, no la rechacé en absoluto: haciendo de ella durante mucho tiempo mi libro de cabecera; y ejemplo de que no es necesario estar a favor o en contra de algo para amarlo (es una locura lo que puede apegarse uno a las cosas, ya se sabe*]
    [*La novela Dios hablará esta noche comienza así: Es una locura lo que puede apagarse uno a las cosas (...)]
    Los años de aprendizaje es un viaje interior (en el ámbito del yo), pero también un desplazamiento exterior, en el ámbito del mundo (de lo otro y de los otros –los semejantes, que son parte de lo otro–). En el ámbito del mundo: y, en este sentido, Años de aprendizaje es una novela de aventuras.
    El mundo por el que Wilhelm Meister transita en esta novela es un mundo idealizado. Wilhelm Meister transita en esta novela por una realidad idealizada.
    Una búsqueda de lo armónico y equilibrado en fondo y la forma (fondo-forma) nos hablan, en esta novela, de un Goethe ya en ámbito de lo clásico. Pero lo pretérito tempestuoso e impulsivo late ahí en lo armónico y lo equilibrado: en el clasicismo de Los años de aprendizaje late el espíritu romántico; lo romántico alienta en lo clásico.
    En Años de aprendizaje no estamos ante una novela en la que, entre otras cosas, se asista a la formación del protagonista, ante una novela en la que la formación del protagonista sea algo que surja de forma natural, espontánea; en la novela de formación el proceso formativo es esencial.
    La novela de formación –Años de aprendizaje como paradigma de la novela de formación– es una novela instructiva. Y descriptiva. Podemos decir que Satanás –si damos crédito a las palabras de Rimbaud– odia esta novela. Quizá tengas razón, Rimbaud: quizá Satanás odie Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister. Aunque también es posible que el padre de la mentira, si sabe leer más allá de las apariencias, no odie tanto esta novela. Una pintura neoclásica puede esconder, tras su armonía y equilibrio, tantas sombras (o más) que una pintura negra de Goya.
    Las constantes a las que Goethe nos acostumbró en su época romántica (o pre-ultra-romántica) están presentes en Años de aprendizaje. A la manera afable de escribir, de narrar, ya nos había acostumbrado Goethe desde su Werther.
    La narración, la descripción, los diálogos: lo literario es de una gran pureza en Años de aprendizaje.
    En Años de aprendizaje los paisajes se describen con una nitidez y una claridad encantadora. 
    Por su ingenuísmo clásico, Años de aprendizaje me ha hecho pensar en la exquisita ingenuidad renacentista de El sueño de Polifilo, de Francesco Colonna; y también el la renacentista ingenuidad de las láminas que acompañan este libro.* 
    [*La ingenuidad puede no estar reñida, como el ingenuismo, con esa maestría que es fruto del saber académico y erudito, pero no solo: también de una exquisita sensibilidad. Este es el caso, en literatura y arte, de El sueño  de Polifilo.]
    Por su ingenuismo clásico, Años de aprendizaje me ha hecho pensar en el exquisito ingenuismo neoclásico de un Ingres.
    En Años de aprendizaje asistimos a los amores del protagonista: por Mariana, por la bella amazona, por la sensual Filina (joven y bonita, además de rubia)... y por Natalia: responsable esta última de que la novela (ahora sí, y como en las de Corín Tellado) acabe en boda.
    En Los años años de aprendizaje de Wilhelm Meister asistimos al amor del protagonista por el teatro: Wilhelm Meister se une a una compañía de cómicos, llegando a interpretar a Hamlet, el personaje de la homónima obra de Shakespeare.
    Conoceremos a otros seres de ficticios como la  indómita y misteriosa niña Mignon, a Félix (el hijo de Wilhelm) o al desequilibrado arpista y cantante ciego Agustín, personaje inspirado en Ossian.
    Conoceremos (en el sexto libro: novela dentro de una novela) a las confesiones de un alma bella: una mujer adscrita al pietismo.
    Y conoceremos también a la Sociedad de la Torre, inspirada (por poseer Goethe un conocimiento de primera mano) en el Consejo Secreto del archiduque Carlos Augusto y en la francmasonería*. 
    [*Goethe alcanzó en la masonería, en 1782, el grado de maestro.]
    Y conoceremos también... (etcétera)
    Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, comenzada en 1777, fue publicada en 1821, y luego revisada en 1829. Hubo, pues, dos partes de Wilhelm Meister: Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister y Los años de peregrinación de Wilhelm Meister. Estas dos versiones pueden entenderse como dos novelas distintas.
***
    Los años de peregrinación de Wilhelm Meister (novela que también ha sido traducida como Los años itinerantes de Wilhelm Meister) es la continuación de Años de aprendizaje y (en lo formal) la quintaesencia de la prosa de Goethe. La afabilidad formal en su prístina pureza romántico neoclásica. Y una conclusión, esencial, sosegadamente depurada, del pensamiento todo de Goethe. Lo que dije de positivo en relación a Años de aprendizaje  es válido para Años de peregrinación; pero, eso sí: todos los elogios en un grado más alto. En grado superlativo.
    La Sociedad de la Torre, ya mencionada, cobra gran importancia en esta novela. Son precisamente las normas de la Sociedad de la Torre las que dictan a Wilhelm su vida de peregrinación:
    «No me está permitido pernoctar bajo el mismo techo durante más de tres días consecutivos. Una vez que he abandonado un cobijo, el siguiente debe hallarse al menos a una milla del que dejé. Estos imperativos están pensados para que los años de mi vida sean años itinerantes y evitar que no se despierte en mí ni la mas mínima intención de afincarme en ningún lugar.»* *
    [*Los años itinerantes de Wilhelm Meister, libro primero, Wilhelm a Natalie; traducción de Miguel Salmerón Infante; Cátedra, Letras Universales, 2017.]
    [*Se nota que a Wilhelm (ya hombre casado) no le apetecía mucho estar con su mujer, a la que cuenta lo que acabamos de leer por carta. Su hijo Félix viaja con él.] 
    He aquí una descripción de esas que a mí me encantan mientras que a Satanás y a sus acólitos crispan:
    «El viajero, siguiendo los pasos del guía, ya había dejado tras de sí las escarpadas rocas, ya transitaba por una región de relieve más moderado. Después de ir siempre avanzando pasando por bosques en muy buen estado y agradables praderas, llegaron a una pendiente desde la que se podía divisar un valle cultivado con esmero y rodeado de colinas. Había enclavado en este un monasterio, que llamaba la atención. El edificio estaba aproximadamente en su mitad reducido a ruinas y en su otra mitad bien conservado (...) Las ruinas y la calma y un maravilloso sentimiento tradicional se apoderó de él. (...) Recorrieron las ruinas de aquella iglesia tan rica en columnas, cuyos dinteles y muros parecían estar sostenidos por el viento y el aire. Unos árboles muy crecidos y antiguos habían hundido sus raíces bajo el dorso de los muros y en sociedad con la hierba, las flores y el musgo representaban audazmente jardines en el aire. Un sendero de suave trazado corría paralelo a un vivaz arroyo y subido a un promontorio situado a cierta altura el viajero pudo ver el edificio y el lugar de su ubicación con más detenimiento (...)»*
    [*Los años itinerantes de Wilhelm Meister, libro primero, San José II; traducción de M. Salmerón; Cátedra, Letras Universales, 2017.]
    Descripciones así, tan escuetas, pueden parecer carentes de estilo (se ha hablado de la falta de estilo en Goethe, de su frialdad), y sin embargo son magistrales. Goethe tiene la maestría de decir las cosas con posos trazos.
    Las novelas de Goethe son abiertas; en ellas todo cabe. Por ejemplo: Consideraciones del viajero, al final del libro segundo, consiste en una serie de aforismos y fragmentos. Aquí, Goethe nos dice: «El artista magistral con muy pocos trazos considera que su obra está acabada.»*
    [*Los años itinerantes de Wilhelm Meister, libro primero, Consideraciones del viajero; traducción de M. Salmerón; Cátedra, Letras Universales, 2017.] 
    Poesía y verdad
    Conversaciones con Goethe, de Juan Pedro Eckermann